Vyrandin emisaria de Isha

(no es herejia si el primarca ya lo hizo)

En la luna desolada, cerca del sistema Evergarden, el recién ascendido Maestro de Capítulo Artorius se encontraba en una situación completamente inesperada. Guiado por el bibliotecario Myrddin a un lugar misterioso, lo que parecía ser un simple altar se transformó en el centro de una revelación monumental. Un arco de hueso espectral, adornado con rosas, se alzaba en medio de la desolación, mientras una figura esbelta y etérea, una Eldar, se levantaba con calma para recibirlos.

“Gracias por traerlo, viejo amigo”, dijo la emisaria con serenidad, dirigiéndose a Myrddin, pero provocando el asombro de Artorius. El hecho de que Myrddin mantuviera una relación amistosa con un xeno le era inconcebible. Miró a su bibliotecario incrédulo, incapaz de comprender lo que estaba ocurriendo. Pero lo que siguió fue aún más desconcertante.

Myrddin, con un tono respetuoso , se dirigió a Artorius: “Mi señor, he tenido visiones… Un volcán ahogado por una gran marea viva, rugiente de hambre. No podía descifrar mis sueños hasta que ella me guió. No había sentido tanta paz en mi mente desde hace una década, no desde que llegó…”

Artorius, desconfiando de las palabras de su bibliotecario, tomó la empuñadura de su espada, preparándose para lo peor. Sin embargo, la reacción de la Eldar fue tranquila. Con un simple gesto, reveló la presencia de una compañía de guerreros eldars que seguían el camino del guerrero, rodeando el altar, listos para atacar. En el cielo, la sombra masiva de un mundo astronave se proyectaba, y antes de que Artorius pudiera reaccionar, sintió el frío acero de una espada rozar su mejilla, indicándole que estaba a merced de sus enemigos.

A pesar de la tensión, Artorius mantuvo su compostura. Bajó su mano lentamente de la empuñadura de su espada, observando la situación con ojos agudos. Sabía que, si los Eldar hubiesen querido matarlo, ya estaría muerto. “No has venido a matarme, xeno. Por ende, supongo que deseas algo de mí. Habla, y deja libre a Myrddin”, dijo con voz firme.

La emisaria, sin perder su serenidad, asintió levemente. Con otro gesto de su mano, sus guerreros bajaron sus armas, y el que lo había amenazado con la espada se retiró. "Muy bien, Artorius de Sulfus", dijo con una voz que resonaba suave y penetrante, como un susurro en la mente del Marine. “Mi nombre es Vyrandin, emisaria de Isha, y estás en lo correcto: necesito algo de ti”.

Artorius la observó detenidamente mientras hablaba. Vyrandin vestía túnicas de un azul profundo, su cabello platino caía con elegancia, y sus ojos de zafiro destellaban con una intensidad casi sobrenatural. Su armadura estaba adornada con runas eldars que rodeaban piedras de energía verde, y en su pecho una esmeralda prominente brillaba con el símbolo del Ojo de Isha, indicando su devoción a la diosa xeno de la vida. A su lado, su guardián, un guerrero más sombrío, lo estudiaba con el mismo escrutinio.

Vyrandin continuó hablando: “Myrddin y yo hemos compartido muchas de nuestras visiones. Los poderes desatados tras el descubrimiento del artefacto que ustedes llaman Calibatx son peligrosos. Esta tecnología es más antigua de lo que imaginas, de la época de nuestros dioses, y ha amplificado las habilidades psíquicas de tu bibliotecario gracias a la herencia genética de su Primarca”.

Artorius, aún escéptico, respondió con severidad: “¿Cómo sé que no lo estás usando para manipularnos con mentiras?”

La eldar mantuvo la calma. “Yo no uso a nadie. De hecho, Myrddin me ha ayudado a comprender mis propias visiones. Tu capítulo, Artorius, es clave para la supervivencia de mi especie y de tu Imperio”.

Un silencio pesado cayó sobre la conversación. Artorius miró a Myrddin, buscando una explicación de su viejo mentor. Había crecido bajo la enseñanza y la sabiduría de Myrddin, y siempre lo había visto como el hombre más racional y firme del capítulo. Pero desde su encuentro con el artefacto, algo había cambiado en el bibliotecario. Sus visiones, su manera de hablar, su conexión con la Eldar, todo era desconcertante.

Artorius observaba a Vyrandin con una mezcla de escepticismo y desconfianza, mientras la Eldar hablaba con una calma inquebrantable. "Y dime, ¿cuál es nuestro rol en tus visiones, Vyrandin?", preguntó el Maestro de Capítulo, manteniendo su mirada fija en el guardián que estaba a su lado, sintiendo en todo momento la presencia de un peligro latente.

La emisaria, sin apartar sus ojos de él, respondió: "Eso está por verse, pero veo a los guerreros nacidos del magma y la ceniza enfrentarse contra horrores de podredumbre y perfección, en una batalla que definirá el rumbo de la galaxia." Su tono era suave, pero cargado de una certeza inquietante. "La cuestión, Maestro de Capítulo, es que tu destino fluctúa constantemente, alterado por las decisiones que aún no has tomado. Y ese es el mayor miedo de nuestro amigo".

Myrddin, que había estado callado hasta ese momento, habló una vez más, pero esta vez sus palabras resonaron de manera extraña en los oídos de Artorius. Le llamó con un nombre desconocido, uno que el joven Maestro de Capítulo no lograba distinguir, como si Myrddin estuviera evocando el espíritu de alguien más, quizás un futuro maestro de capitulo "Tu predecesor comprendió la importancia de esta alianza. Ahora es tu deber seguir el mismo camino."

Artorius, con el ceño fruncido, sintió cómo las palabras de Myrddin lo inquietaban aún más. Sin soltar la mano de su viejo mentor, dirigió de nuevo su mirada a Vyrandin. "¿Es todo lo que tienes que decir, emisaria de Isha? ¿O hay algo más en tus palabras?"

Vyrandin cerró los ojos por un breve instante y luego hizo un gesto de comprensión. "Por el momento, eso es todo, hijo de Sanguinius. En un futuro, cuando estés más listo, todo tomará sentido y estaras mas abierto a recibir nuestra ayuda. Y recuerda: la podredumbre nace del séptimo."

Con esa frase enigmática, la emisaria inclinó ligeramente la cabeza, en señal de respeto, mientras Artorius, confundido y lleno de nuevas dudas, se giraba hacia la Thunderhawk que lo esperaba. A medida que caminaba de regreso, su mente estaba en ebullición. Las palabras de Vyrandin resonaban en su cabeza, pero lo que más le perturbaba era la creciente sospecha hacia Myrddin. ¿Podía confiar en él? ¿O su lealtad había sido corrompida por sus extrañas conexiones con la Eldar y el artefacto?

myrrdin deberia ser llevado con la inquisición? o los vinculos previamente formados evitaran que se toma una decisión imparcial?, que es lo que Vyrandin desea obtener