Poder de elección

Cuando se habla de libertad de elección, generalmente se refiere a la posibilidad de decidir por sí mismo, libre de intentos de forzar y presionar desde el exterior (poder político, económico, sanitario, etc.). Pero, ¿qué pasaría si cambiamos nuestra atención del exterior al interior, observando los mecanismos que gobiernan la toma de decisiones?

Tomar una decisión significa activar una serie de estrategias y operaciones mentales con el fin de procesar la información que tenemos y madurar una convicción final a la que a menudo sigue una acción o un comportamiento.

El tema de la libertad de elección es obviamente percibido con mayor intensidad por los ciudadanos cuando se encuentran en situaciones tensionales (como en el actual período pandémico) o en relación con temas que despiertan sensibilidad individual o de categoría.

La amplia literatura científica disponible sobre el tema ha ilustrado cómo la toma de decisiones humana está fuertemente condicionada por mecanismos mentales automáticos y muy a menudo inconscientes, Por lo tanto, independientes de la voluntad del responsable. Esto hace que las elecciones sobre la abundancia financiera se tomen en base a dinámicas conflictivas entre razón y emoción, entre lógica e instinto.

Las primeras teorías sobre la toma de decisiones, conocidas como normativas, asumían que la toma de decisiones era completamente racional, Tratando de identificar los principios lógicos que el individuo debería seguir para hacer una elección libre

de condicionamientos irracionales (von Neumann y Morgenstern, 1947).

Este enfoque pronto se demostró inadecuado, de hecho en la segunda mitad de los años cincuenta del siglo XX, Herbert Simon destaca las limitaciones de este modelo, en la descripción y, sobre todo, en la predicción del comportamiento de decisión, y formula el concepto de racionalidad limitada en el que sostiene que la racionalidad de un individuo está sujeta a condicionamientos de distinta naturaleza. (Herbert

Simon,1955).

Los siguientes estudios realizados por autores como Tversky, Slovic, Lichtenstein y Kahneman han estructurado un nuevo enfoque llamado descriptivo. Este modelo tiene como objetivo describir y predecir el proceso de toma de decisiones humano, identificando los factores que lo condicionan. (Kahneman, Tversky, 1982).

Este modelo ha sentado las bases para el estudio sistemático de los principales 'atajos del pensamiento' o heurísticas que guían, y a menudo determinan, las decisiones de los individuos.

Las heurísticas son atajos mentales que utilizamos para simplificar la solución de problemas cognitivos complejos. Son reglas inconscientes para reformular los problemas y convertirlos en operaciones más simples y casi automáticas. La evaluación heurística es difícilmente controlable por el sujeto como inconsciente. De hecho, se ha demostrado que las heurísticas pueden llevar a tomar decisiones equivocadas, incurriendo en sesgos o errores de juicio.

En concreto, el sesgo es una forma de distorsión de la valoración condicionada por conceptos preexistentes no necesariamente conectados entre sí por vínculos lógicos y válidos.

Estas distorsiones son tan poderosas que incluso afectan a los resultados de la ciencia experimental y aplicada. A pesar de la adopción del método científico, los sesgos persisten e intervienen en la verificación de las hipótesis, Por ejemplo, influyen en el registro de los resultados y tienden especialmente a confirmar una cierta predicción más allá de lo que puede ser la evidencia. En las publicaciones científicas se busca

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