Un día, recibí un mensaje en mi correo de un suscriptor de mi canal de YouTube. Lo que comenzó como un saludo ordinario pronto se convirtió en una confesión sorprendente y profundamente grotesca. Esta es la historia de cómo ese mensaje cambió mi perspectiva sobre el ser humano.

Aquí está su confesión:

“Nunca pensé que acabaría escribiendo esto. Durante diez años, el peso de lo que hice se ha estado acumulando, como una sombra silenciosa que se alarga con el tiempo. He ganado una fortuna y he alcanzado un reconocimiento que muchos envidiarían, pero el precio que he pagado ha sido más alto de lo que podría haber imaginado. Ahora, en mis últimos años, siento la necesidad de confesar lo que realmente ocurrió, con la esperanza de encontrar algo de redención, aunque sea confesandolo por este medio.

Hace una década, tenía un restaurante de comida rápida. Era un lugar modesto que ofrecía pollo frito y hamburguesas. Las cosas iban relativamente bien. Mi restaurante proporcionaba suficiente dinero para mantenerme a mí y a mis empleados, y pagaba los gastos del negocio. La vida era normal, si se puede llamar así, pero había algo dentro de mí que siempre ansiaba más. No quería conformarme con lo que ya tenía; deseaba que mi restaurante fuera el mejor de la ciudad.

Fue entonces cuando decidí comenzar a experimentar con las recetas de mis hamburguesas. La idea era crear una torta de carne que fuera única, una que destacara entre la competencia. Empecé mezclando carne de res con pollo y cerdo. Probar estas mezclas me llevó a darles a mis empleados la oportunidad de probarlas también. Los resultados eran variados, pero nada realmente espectacular. Sin embargo, mi ambición seguía creciendo, y no estaba dispuesto a detenerme.

Mis experimentos comenzaron a volverse más osados. Empecé a probar mezclas que iban más allá de lo que cualquiera consideraría aceptable. Carne de perros, gatos, ratas; incluso una vez intenté con cucarachas. Recuerdo que cuando serví las hamburguesas de cucarachas a mis empleados, recibí críticas sorprendentemente favorables. Les decía que era simplemente carne de res con un condimento especial. Mi negocio empezó a prosperar más, pero aún no era suficiente. La ambición me impulsaba a buscar algo aún más impactante.

En ese momento, me preguntaba si sería posible crear hamburguesas con carne humana. La idea era horrenda y, por supuesto, sabía que nunca podría obtenerla de manera legal o ética. Pero la curiosidad y el deseo de crear algo verdaderamente único me atormentaban. Nunca me atreví a actuar sobre esa idea, al menos hasta que un cliente hizo un comentario que cambió todo.

Era un día cualquiera cuando un cliente me dijo algo que me dejó estupefacto. Mencionó que "sus compañeros de trabajo mueren por probar una hamburguesa así, aunque nunca lo podrían hacer." Me sorprendió escuchar esto y le pregunté a qué se refería. Resultó que trabajaba en un cementerio como sepulturero. En ese momento, me di cuenta de que tenía una posibilidad, una forma de conseguir carne humana. Aunque no sabía cómo abordar la solicitud, la idea quedó grabada en mi mente.

Pasaron unos días y el sepulturero volvió a mi restaurante. Aproveché la oportunidad para hablar con él. Le ofrecí una cantidad de dinero que no era una fortuna, pero que era suficiente para pagar dos semanas de su salario. Le expliqué que tenía una propuesta confidencial. Si aceptaba, perfecto, y si no, le daba la mitad del dinero para que guardara el secreto. Edgar, el sepulturero, accedió.

Lo que le pedí fue sencillo pero macabro: necesitaba un poco de carne humana de un cadáver fresco para experimentar con una nueva receta de hamburguesas. Edgar aceptó, ya que el dinero era atractivo y obtener una pequeña cantidad de carne no parecía una tarea demasiado complicada para él.

En unos días, Edgar regresó con la carne. Me apresuré a hacer una nueva mezcla de hamburguesa, combinando carne humana con res. Los resultados fueron deslumbrantes. Mis empleados estaban entusiasmados con el sabor, describiéndolo como algo que nunca habían probado. Les dije que era una mezcla especial de cerdo, res y cordero. Las ventas comenzaron a dispararse de manera exponencial.

Con el aumento de las ventas, la demanda de carne humana se volvió insostenible. Edgar y yo hicimos un trato para que me proporcionara más carne, pero pronto me di cuenta de que necesitaba una fuente más constante. Así fue como nos encontramos con un traficante en la deep web que podía proporcionarnos toda la carne que quisiéramos. Era un momento en el que mi fortuna comenzó a crecer de manera vertiginosa.

Me compré varias casas, autos de lujo y viajé por todo el mundo. La vida que llevaba era más allá de mis sueños más ambiciosos. Edgar y yo estábamos en un gran negocio. Pero como todo lo bueno, llegó a su fin. Después de varios años, Edgar falleció, y perdí el contacto con el proveedor de carne. Sin él, mi negocio estaba condenado.

Decidí retirarme antes de que las cosas se desmoronaran por completo. Había alimentado a un pueblo entero, tal vez incluso a un país, con algo que ellos nunca habrían imaginado. Nunca se lo conté a nadie, y me he llevado este secreto conmigo hasta hoy.

En ese momento, mi lujuria por el dinero y el éxito me impidió sentir culpa. Solo me importaba cuánto más podía ganar. Pero ahora, en los últimos años de mi vida, el arrepentimiento me consume. Espero que aquellos a los que esto les afectó, sin saberlo, puedan encontrar en su corazón la capacidad de perdonarme. Yo nunca me perdonaré por lo que hice, y esta confesión es todo lo que me queda para intentar encontrar algo de paz.

Espero que al menos al contar mi historia, las personas tomen conciencia de que a veces lo que consumimos puede ser más oscuro y perturbador de lo que imaginamos. Mi ambición me llevó a cruzar límites que nunca debí haber tocado, y el precio que pagué fue alto, no solo en términos de mi conciencia, sino también en el daño que pude haber causado.”

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