Si imaginamos a Tato Bores en los tiempos actuales, su mordacidad y capacidad para desenmascarar los absurdos de la política serían especialmente útiles para analizar las situaciones que vivimos hoy, con figuras como Javier Milei y la problemática de los jubilados. Siguiendo su estilo, caracterizado por monólogos cargados de ironía, agudeza y crítica social, podríamos imaginar cómo abordaría estos temas desde una perspectiva humorística pero profunda.

Monólogo de Tato Bores en 2024:

Tato entra rápidamente al estudio, con su típico frac, su habano (aunque ahora, por las leyes antitabaco, quizás sería una versión más moderna, tal vez un cigarrillo electrónico o un caramelo en su lugar), y comienza a hablar a la cámara, con esa mezcla de velocidad y picardía.

“Buenas noches, argentinos y argentinas, ¿cómo están? ¡Ah, claro! ¿Cómo van a estar? ¡Preocupados! Porque si ya la jubilación no alcanzaba ni para una pizza de mozzarella barata, ahora con Milei… ¡Mamita querida! El tipo quiere cerrar el Banco Central, eliminar el peso, privatizar hasta los semáforos… y a ustedes, jubilados, ¡a ver cómo se las arreglan! Dios proveerá, ¿no? O mejor dicho… el mercado proveerá. Porque en el mundo de Milei, si no podés pagar tu medicación, ¡invertí en criptomonedas! Que eso seguro lo soluciona. ¡Bum! El milagro libertario.”

Tato agita las manos con exasperación cómica, mirando al público con esa expresión de “no podemos creer lo que está pasando” que lo caracterizaba.

"Resulta que ahora ser jubilado en Argentina es una especie de deporte extremo. Antes era duro, claro. Uno se levantaba, iba al banco, hacía fila durante dos horas, cobraba la jubilación, y para cuando llegabas al supermercado, la inflación ya te había comido medio sueldo. ¡Un clásico! Pero ahora, ¡ahora es peor! Con Milei, la cosa va a ser así: ‘Hola, don jubilado, acá tiene su jubilación, son… 100 dólares’. Y el jubilado dice: ‘Ah, bueno, algo es algo’. Pero entonces llega la factura de luz, que ahora está en euros, los remedios que están cotizados en bitcoins, y cuando llega a la carnicería… ¡Ups! La carne ya está en yenes. Porque, claro, en la economía de Milei, ¡el mercado decide en qué moneda pagás! ¡La sorpresa es parte del juego!”

Hace una pausa dramática, dando un paso hacia adelante y bajando el tono, adoptando esa cadencia que usaba para señalar las ironías más crudas.

"Y los jubilados, pobres… ¿Qué van a hacer? Los están acostumbrando a vivir con lo mínimo. ¡Los políticos siempre ajustan por el lado más débil! Es como si cada vez que viene una crisis económica, los jubilados fueran el menú especial. ‘¿Qué vamos a cortar? ¡A los jubilados! Total, ya están acostumbrados…’ Y ahí los tienen, viendo cómo cada año el valor de su jubilación se va achicando más que el presupuesto del INDEC. Mientras tanto, los muchachos de la política se pelean por ver quién pone primero la bomba en el helicóptero."

Tato, con su típico humor ácido, ahora enfoca la figura de *Milei*, ese personaje que probablemente le ofrecería material inagotable para la sátira.

"Ah, Milei… ¿Cómo explicarlo? El tipo se paró frente a todos los políticos y les dijo ‘¡Ratas inmundas!’. Y, claro, algunos lo aplauden, porque, ¿a quién no le gusta ver cómo alguien los insulta en la tele? Pero después ves lo que propone y te agarra un frío en la espalda… Privatización de todo, dinamitar el Estado… Sí, muchachos, dinamitar. ¡Como si estuviéramos en una película de Rambo! Milei es como ese vecino que se cansó de que la estufa no funcione y en vez de arreglarla dice ‘¡Le pongo una bomba y problema solucionado!’.”

En este punto, Tato cambiaría el ritmo, llevando el monólogo a un análisis más profundo, pero sin abandonar el tono irónico que lo hacía tan efectivo.

"Milei dice que la libertad es lo más importante, que el Estado no debe intervenir en nada. ¡Qué lío! Porque cuando tenés 20 años y estás estudiando economía en la facultad, esa idea suena fantástica. ‘¡El mercado lo soluciona todo!’ Pero cuando sos jubilado, y vas a la farmacia y no te alcanza para el remedio, ahí la libertad no es tan divertida, ¿no? Milei no te va a venir a decir ‘no se preocupe, abuelito, el mercado le va a traer una pastillita mágica’. No, no, no… Milei te va a decir ‘¡siga buscando! ¡La libertad se paga!’.”

Y, como solía hacer, Tato remataría el monólogo con una reflexión que, aunque humorística, dejaba una sensación agridulce, subrayando lo absurdo de la realidad.

"Así que ahí estamos, argentinos. Los jubilados sobreviviendo con un Estado que los olvida, los políticos prometiendo salvación mientras preparan el próximo ajuste, y Milei, allá en su laboratorio libertario, soñando con una Argentina donde todo es libre… menos los precios. Pero, bueno, como siempre digo, en este país lo único que nunca falta es la esperanza. Y los jubilados lo saben mejor que nadie. Porque si hay algo que tienen nuestros viejos es aguante. ¡Y vaya si lo van a necesitar!”

En este monólogo imaginario, Tato Bores utilizaría su clásico estilo de comedia para denunciar, de manera directa y cómica, las tensiones y contradicciones del escenario político actual, especialmente en torno a temas tan sensibles como las jubilaciones y las propuestas radicales de figuras como Milei. Su capacidad para mezclar el humor con una crítica feroz lo convertiría en una voz indispensable para interpretar los tiempos actuales, haciendo reír y reflexionar al mismo tiempo.