¿”EL”, “LA”, “LO” G.A.D.U.?

En la vasta historia de la humanidad, el símbolo del Gran Arquitecto del Universo (G.A.D.U.) ha servido como un pilar central dentro de la Masonería, ofreciendo un punto de convergencia para diversas creencias y entendimientos.

Sin embargo, en un mundo que avanza a pasos agigantados en sus conocimientos y comprensiones, surge la pregunta: ¿Es tiempo de revisar y quizá despersonalizar ontológicamente este símbolo tan significativo?

El siglo XX trajo consigo revoluciones científicas que desafiaron nuestros conceptos tradicionales del universo.

La teoría de la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica de Heisenberg no solo reformularon nuestras ideas sobre el tiempo, el espacio y la materia, sino que también provocaron una revalorización de nuestros referentes culturales y filosóficos.

En este contexto, la Masonería, como institución que busca el conocimiento profundo y la sabiduría, no puede mantenerse al margen de este proceso de revisión.

La idea de despersonalizar el concepto del G.A.D.U. no implica un rechazo de su valor simbólico, sino una evolución necesaria en su comprensión.

Reconocer que la compleja estructura del universo puede ser vista como una “Gran Arquitectura” es consistente con la búsqueda masónica de sentido y conocimiento.

Sin embargo, aferrarse a dogmatizaciones teológicas ancestrales puede ser contraproducente en un camino que aspira a la libertad de pensamiento y al progreso intelectual.

Es fundamental comprender que la Masonería no es una religión, y su aspiración filosófica va más allá de definiciones antropomórficas o dogmáticas de lo divino.

La intuición de una FUERZA UNIVERSAL como principio generador es una idea que ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales, pero el avance del conocimiento científico y filosófico debe permitirnos explorar esa realidad Primera sin encorsetarla en términos teológicos.

El verdadero espíritu masónico reside en la búsqueda incesante del conocimiento y en la práctica de la fraternidad.

Estos son los principios que deben guiar nuestra reflexión sobre el G.A.D.U., permitiéndonos avanzar sin las limitaciones de interpretaciones arcaicas. Así, la Humanidad puede continuar su evolución, aprendiendo a vivir en fraternidad y comprendiendo cada vez mejor esa Gran Arquitectura que nos envuelve.

En conclusión, la Masonería debe mantenerse fiel a su esencia progresista, promoviendo una reflexión que vaya más allá de los dogmas y que favorezca el entendimiento de la realidad desde una perspectiva amplia y no reduccionista. Lo importante es que, en este proceso, sigamos construyendo, pieza a pieza, el templo interior que cada uno de nosotros busca erigir en su camino hacia la verdad.