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[Himno Órfico IV] A Urano.



Himno Órfico IV: A Urano – Un Nuevo Invento en la Literatura Clásica

Himno Órfico IV: A Urano – Un Nuevo Invento en la Literatura Clásica

El Himno Órfico IV es una obra excepcional dedicada a Urano, el dios del cielo en la mitología griega. Este himno representa un nuevo invento en la literatura clásica, destacándose por su originalidad y belleza poética.

La poesía antigua griega encuentra en los Himnos Órficos una expresión única, y el Himno IV dedicado a Urano es un claro ejemplo de ello. La obra invoca al dios del cielo, celebrando su poder y majestuosidad a través de versos cuidadosamente elaborados.

La importancia de Urano en la mitología griega

Urano, como dios del cielo, jugó un papel fundamental en la mitología griega. Fue el consorte de Gea, la diosa de la tierra, y juntos engendraron a los Titanes, los Cíclopes y los Hecatonquiros. El Himno Órfico IV captura la esencia de Urano y su relevancia en el panteón olímpico.

El nuevo invento en la literatura clásica

Lo que hace del Himno Órfico IV un nuevo invento en la literatura clásica es su enfoque innovador en la invocación a Urano. El poeta órfico emplea un lenguaje rico y evocador, creando una conexión profunda entre el lector y la divinidad celestial. La estructura del himno y la musicalidad de sus versos transmiten la grandeza y el misterio asociados con Urano.

Legado y relevancia del Himno Órfico IV

A lo largo de los siglos, el Himno Órfico IV ha sido estudiado y admirado por eruditos y amantes de la literatura clásica. Su nuevo invento en la poesía antigua ha dejado una huella indeleble en la historia de la literatura y sigue inspirando a nuevas generaciones de poetas y escritores.

En conclusión, el Himno Órfico IV: A Urano es una obra maestra de la literatura clásica que representa un nuevo invento en la poesía antigua. Su belleza y originalidad continúan cautivando a aquellos que buscan explorar las profundidades de la mitología griega y la expresión poética de la antigüedad.


¡Oh, Cielo inmenso, cuya dimensión no puede abarcarse,
Padre de todos, hacedor del mundo!
Escucha, potente engendrador, principio y fin de todas las cosas,
Tú que haces girar perennemente el globo terrestre.¹
Encarnación de los Dioses, cuya poderosa tutela encubre
este eterno mundo en su rodar constante
y cuyo vasto seno la terrible Necesidad de la Naturaleza mantiene.
Etéreo y terrestre, cuya manifestación multiforme,
azul, llena de seres, ningún poder vencer lograría.
Omnividente, generador de Cronos y de las Edades,
eterno bienaventurado, Deidad sublime,
sé propicio a los Iniciados noveles,
y sus aspiraciones corona con la divina investidura.

Notas sobre el Himno a Urano:

¹. Se refiere al infinito espacio. Los órficos, como los pitagóricos, conocían la esfericidad de la Tierra, su órbita y su lugar en el Espacio. Pero ese conocimiento sólo se transmitía a los iniciados.


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