Gringo perdido

la mascota de la discordia

Nuevo invento: La mascota de la discordia

El mundo de los inventos nunca deja de sorprendernos, y en esta ocasión, un nuevo dispositivo ha llamado la atención de muchos. Se trata de La Mascota de la Discordia, un innovador juguete que promete revolucionar la forma en que interactuamos con nuestras mascotas. Esta creación ha generado tanto entusiasmo como controversia entre los amantes de los animales y los expertos en tecnología.

¿Qué es La Mascota de la Discordia?

La Mascota de la Discordia es un dispositivo interactivo diseñado para proporcionar entretenimiento y compañía a las mascotas cuando sus dueños no están en casa. Este invento cuenta con una serie de funciones que lo hacen único en su tipo:

  • Inteligencia artificial: La Mascota de la Discordia utiliza algoritmos avanzados para aprender y adaptarse al comportamiento de cada mascota, ofreciendo una experiencia personalizada.
  • Conexión a Internet: Los dueños pueden interactuar con sus mascotas a través de una aplicación móvil, permitiéndoles ver, hablar y jugar con ellas en tiempo real.
  • Diseño resistente: El dispositivo está fabricado con materiales resistentes y seguros para las mascotas, garantizando su durabilidad y la seguridad de los animales.

La controversia en torno a La Mascota de la Discordia

A pesar de sus innovaciones y ventajas, La Mascota de la Discordia ha generado opiniones encontradas entre expertos y amantes de los animales:

  • Preocupaciones sobre la salud mental: Algunos expertos en comportamiento animal han expresado su preocupación por el impacto emocional que podría tener en las mascotas pasar largos periodos de tiempo interactuando con un dispositivo en lugar de con humanos.
  • Riesgos de sobrepeso: Otro punto de preocupación es el potencial aumento en los casos de sobrepeso y obesidad en mascotas, ya que el dispositivo podría desincentivar la actividad física al mantenerlas entretenidas en un solo lugar.

A pesar de las controversias, La Mascota de la Discordia ha ganado popularidad rápidamente, especialmente entre los dueños de mascotas que pasan largas horas fuera de casa y buscan formas de mantener a sus animales entretenidos y acompañados.

El debate sobre los pros y contras de este nuevo invento sigue en pie, y solo el tiempo dirá si La Mascota de la Discordia se convertirá en una herramienta indispensable para los dueños de mascotas o en un capricho tecnológico que pronto será olvidado.

Esto no es mi historia personal, es la de un amigo (al cual quiero y le doy palo por pendejo en muchos aspectos), y tengo una anécdota de múltiples emociones. Le pedí que, por favor, a cambio de no decir nombres reales, me dejara postearlo aquí. (Igual los conocidos sabemos quién es y nos vamos a reír).

Aprovechando que ha pasado ya un tiempo desde que la mascota falleció y ya es algo del pasado porque ambas personas ya no se hablan siquiera, quiero compartirlo, que me acompañen en este viaje de emociones y leer sus comentarios. Sin más, comencemos.
Ernesto, mi amigo en cuestión, conoció a Valentina de la forma más colombiana posible: es la prima de uno de los conocidos de un amigo. Ella se pegó al grupo para poder tomarse unas cervezas pagadas con su linda cara. (No voy a profundizar en su aspecto físico, la verdad estaba lo suficientemente buena para no pagar el trago si saben a lo que me refiero).

Para resumir, Ernesto, el mandarino (el que más plata ganaba y el que más plata pone para las cajas de cerveza y por eso le decimos así), a pesar del rostro económico que tenía, sin dignidad alguna que perder y un hermoso corazón por conquistar, decidió lanzarse a ciegas en el baile del amor… (trato de escribirlo de la manera más neutral posible).

Mostrándose con plata para las cervezas y bueno para el baile, la sacó a bailar en varias ocasiones y luego de ignorar su apariencia física, particular forma de hablar, dudosa procedencia del dinero y ver su gran bondad en el corazón… (“corazón”)… decidió darle una oportunidad. (El jorobado de Notre Dame versión colombiano).

El punto es que luego de dos (2) meses de relación, ella confiesa que está cansada de las deudas, vive sola con su hijo perruno y, aunque ella trabajaba en ese momento en un call center bilingüe, ganaba más o menos bien, pero no tanto como nuestro Ernesto, el mandarino (apodo que hoy en día tiene mucha más relevancia gracias a esto que le pasó).

Ella, de manera muy planificada, le preguntó si podían mudarse juntos (recuerden el tiempo que llevan saliendo, por favor). Él pagaría el arriendo y los servicios y ella pagaría lo demás: comida, “Netflix”, lavado de ropa, etc. Él nos contó a nosotros que estaba en una etapa (estafa) de su vida.

Como amigos que somos, le comentamos que, por favor, por su bien y solo por su propio bien, no cometiera esa locura. Tenía que conocerla más y no ser tan necio… (Pero no, uno de amigo habla es desde los celos porque uno no puede levantar ni el polvo de la calle. Me da rabia solo de recordar esta parte). Total, quedamos con cara de payaso porque igual el niño Ernesto se mudó con Valentina a un apartamento no muy grande donde también conocemos al protagonista de esta historia, llamémoslo Firulais.
La pareja feliz se mudó a los 3 meses de conocerse (bebiendo) a un apartamento pequeño, barato, de una sola habitación, un solo baño, con el hijo perruno de Valentina llamado Firulais, el cual es… un HUSKY… (A este punto no sé quién estaba peor de la cabeza, Valentina por meterse con Ernesto o mi amigo por querer vivir con esa cosa en su casa… se pone mejor, esperen).
Firulais es un macho, casi adulto, acostumbrado a una casa grande, con aire acondicionado… mejor dicho, tenía más estrato y cultura que nuestro querido Ernesto, que no tenía ni idea de la bomba de tiempo que había metido en su apartamento.

La primera semana, Firulais se comportó extrañado, lloraba, pataleaba. Ernesto nos cuenta que al perro le costaba adaptarse y que no podía “ver Netflix” con Valentina porque era insoportable y solo se calmaba si se acostaba al lado de ella.

La segunda semana, dañó la pata de una silla, que le tocó pagar a Ernesto porque era daño no contemplado, y ya para la tercera semana se nota que el perro tenía algo personal contra él, ya que despedazó su almohada…

La convivencia con Valentina era excelente, el “Netflix” no faltaba, y todo sería perfecto de no ser porque Firulais aprovechaba cada momento, cada segundo, cada parpadeo de su existencia para demostrarle a Ernesto, el mandarino, que no importaba cuánto cochino dinero tuviera, él no podía comprar su lealtad.

Dentro de las bajas se contabilizan:

  • Un juego de comedor, mesón y 4 sillas, despedazó las patas de madera.
  • 7 sillas plásticas (no sé cómo aguantó tanto).
  • 1 sofá (Ernesto tenía un amarre mk).
  • 3 almohadas (ok, Firulais).
  • 5 platos y 3 vasos de vidrio (repito, amarre seguro).
  • La puerta de la nevera (amarre + agua de calzón).
  • La tapa del inodoro (y nada, este hombre estaba ciego).

Finalmente, luego de 4 meses viviendo juntos, después de todos los destrozos económicos, nuestro Ernesto, el mandarino, entendió que la paz no era opcional cuando el perro entró al baño, despedazó el papel, tumbó el vaso de cepillo de dientes, encontró el suyo, mordiéndolo hasta destrozarlo, y finalmente cagándose en él…

Debido a los múltiples destrozos del perro, Valentina ya no podía con todos los gastos de la casa. Ernesto estaba de los nervios y odiaba a ese perro. El “Netflix” que ya no podía ser tan frecuente no compensaba la intranquilidad de llegar a la casa y ver qué nuevo daño había realizado el animal. Finalmente, abandonó su orgullo, nos reunió a todos y, tomando una buena caja de cervezas, nos puso al tanto buscando algún consejo.

Honestamente, al principio lo molestamos, pero luego de un rato comenzamos a pensar en cuál sería la mejor solución, y le aconsejamos que realmente no se EXPUSIERA a la vergüenza de la elección entre un hijo perruno y él, porque es sabido que él perdería, y sobre todo por cómo estaban las cosas.

Al final, Ernesto, el mandarino, habló con su novia de 6 meses, le comentó que él no podía vivir así y que, sabiendo que la decisión de sacar ese perro de su vida no estaba disponible, él aceptaba la derrota y se marchaba. (Al fin, nunca había sentido alegría ajena como ese día).

Aun así, pagó dos meses de arriendo por adelantado y se comprometió a subsanar las deudas que tenía con el apartamento, y finalmente regresó a casa con su mamá y su hermano. (Honor al apodo de mandarino).

Valentina nos llamó a nosotros de todo (en redes sociales), nos culpó de entrometernos en su relación (victimizándose). Finalmente, entre lágrimas, aceptó que no podía abandonar a Firulais (dándonos la razón), y después de eso simplemente desapareció y no sabemos de ella, excepto por Ernesto, que de vez en cuando le mandaba algo… (qué rabia no ser Valentina en serio).

Hace unos meses, antes de publicar esto, Ernesto nos comentó que en las redes sociales de Valentina se montó una foto de luto al lado del tal Firulais… lo que hizo que festejara invitándonos a beber (pretexto para tomar, obvio, él pagó todo el licor…).

Ernesto, te queremos, te queremos de verdad, no solo por el dinero y las cervezas… y porque te queremos siempre te recordaremos como “el mandarino”.


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