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Escarceos 30#



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Cortes limpios realizaba un segador al recoger la cosecha. Había practicado toda su vida, sin desearlo o siquiera cuestionarlo, pero practicado igualmente. Los padres del segador habían muerto hace muchos años, y él se había visto obligado, desde crío, a preservar los cultivos. Si él no realizaba esta tarea, no habría alimento que pudiera sustentar a sus cercanos. La hermana del segador se había casado y tenía abundante descendencia, además, varios amigos del padre del segador se hospedaban en las mismas tierras labradas que el segador cuidaba. Esto significaba que el segador no podía faltar un solo día a su trabajo, que debía sacrificar su tiempo libre y relaciones humanas para no permitir que los campos cultivados perecieran. Su familia y cercanos no se daban cuenta de este sacrificio. El segador no se casó, no hizo amigos, no tuvo mascota, no viajó ni estudió; solo le preocupó cuidar de los malditos cultivos para que nadie se muriera de hambre.

Un mañana, mientras el cansado segador terminaba con su primera jornada del día, una paloma se posó cerca de donde trabajaba el segador. La paloma miró con curiosidad cómo el segador empleaba sus horas del día, pero el segador apenas se fijó en el animal. Pasó el tiempo, y la paloma fue atacada por una pequeña víbora que había visto revuelta su madriguera con los duros andares del segador. La paloma murió en poco tiempo, y cuando la víbora se marchaba ya, un veloz cuervo bajó desde las nubes de tormenta y destrozó el ligero cuerpo de la sierpe.

El segador sí se interesó en este suceso, y fue a ver qué le había ocurrido a la víbora. Cuando observó el magullado cuerpo sin vida del animal, el cuervo graznó y habló la misma lengua que los humanos. "Segador, continúa tu trabajo", dijo el cuervo. El segador le respondió: "¿Qué mal te había hecho este animal?". El cuervo voló rápidamente y le hizo un diminuto tajo en el rostro al segador, el segador ni se movió. Entonces, el cuervo dijo: "Este mundo está lleno de injusticias, me he puesto como propósito acabar con todas". El segador dio media vuelta, se puso a trabajar en la siembra, y le contestó al cuervo: "El mundo es de naturaleza injusta, no puedes cambiar la esencia de algo si tú mismo perteneces a ese algo".

El cuervo se marchó y no apareció en lo que restaba de día, mientras, el segador continuó trabajando sin descanso para que sus cosechas no muriesen.

Sin embargo, el cuervo apareció al día siguiente a la misma hora. Le hizo otro pequeño tajo en el rostro al segador, y le dijo: "Quédate tu pesar para ti mismo, yo aún tengo esperanza por ver cumplido mi deseo". El segador le contestó sin dejar de trabajar: "Solo evades tus responsabilidades…". El cuervo volvió a marcharse, y también volvió a regresar al día siguiente, para decir: "Tú tienes miedo de perder tu cómoda vida, por eso no intentas alcanzar metas mayores". El segador, como siempre, le contestó sin detenerse en las labores del campo: "Tengo miedo de muchas cosas, esta será solo una más. Nadie debe intentar cambiar el mundo, cada uno debe cambiar su propio pequeño mundo". Una vez más, el cuervo se fue y vino, para decir: "Segador, no hablas con sinceridad. Hay dolor en tus palabras. Tus deseos son tan fuertes como los míos". El segador contestó: "Lo sé. Hace mucho me hice una promesa. Que daría mi vida y todos mis esfuerzos por hacer que este mundo fuera menos injusto. Pero me di de bruces con la realidad, no era lo suficientemente fuerte. Solo poseo la fuerza necesaria como para ayudar a mis cercanos a no morir de hambre, soy demasiado débil cómo para cambiar el mundo". El segador detuvo su trabajo y acciones tras pronunciar estas palabras, se puso de rodillas en la tierra labrada, y liberando toda la angustia acumulada durante los largos años de siembras, lloró con la cabeza apoyada en el suelo.

El cuervo, después de comprender que ambos eran iguales, después de ver que lo único que los diferenciaba era que el mundo había sido especialmente amargo y cruel con aquel segador, dijo: "Lo has hecho bien, al menos te sientes mal por haberte rendido a las facilidades del mundo. Yo continuaré desde aquí".

Y el cuervo murió sin ver cumplido su sueño. Muchos otros lo intentaron, casi nadie cambió el mundo. Pero, la esencia y respuesta de este problema no residen en los éxitos que consigue uno mismo. La verdadera solución a las injusticias del mundo será revelada tras muchas generaciones de enseñanza. Solo con la trascendencia que uno deja al morir, solo con eso, es con lo que el mundo será menos injusto. Es decir, si verdaderamente dices ser buen humano, seguramente no verás los frutos de tu trabajo, y toda tu vida será angustia y sufrimiento. Ese es el precio por liberar a este mundo de las injusticias.


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