Fui al super a hacer un mandado y terminé deseando no haber salido de casa

Hoy tuve uno de esos días que parece que todo el mundo se pone de acuerdo para joderte. Estaba tranquilo haciendo tarea cuando mi hermano, que estaba “súper ocupado” jugando War Thunder, me pidió que fuera al super a comprar arena para el gato. Mi papá también aprovechó para pedirme que le trajera unas gomitas azucaradas Diana. Y bueno, ya que tenía que ir, pensé: “al menos compro algo para mí también”.

Así que, a pie, me fui al super. Cuando llegué, recordé que era quincena y estaba llenísimo. Había gente por todos lados, y ya saben cómo es la gente en el supermercado: carritos atravesados en los pasillos, niños corriendo sin que nadie los controle, y por supuesto, una pareja dándose un buen arrimón en el pasillo de los licores.

Traté de ir por el pasillo, pero me topé con una pareja que estaba literalmente bloqueando todo. Estaban conversando, uno a cada lado del pasillo, y en medio, su niño en una silla de ruedas. Les pedí que me dejaran pasar, y la señora me miró mal, como si yo fuera el problema. Al final, tuve que irme por otro pasillo atascado de gente.

Para colmo, cuando llegué al estante de la arena para gatos, no había ni una sola bolsa. Según parece, nadie había repuesto en días. Y cuando ya pensaba que no podía empeorar, me volví a topar con la pareja del pasillo de los licores, esta vez bebiéndose una botella de tequila en plena tienda. Puedo entender que alguien tome un refresco antes de pagarlo, pero, ¿tequila? ¿En serio?

Finalmente, me fui a la caja rápida, esas donde tú mismo pasas los productos. Y ahí estaban de nuevo, la misma pareja, peleando con el encargado porque la botella que se habían bebido no pasaba bien por la balanza. Mientras tanto, llegaron dos señoras y se me metieron en la fila, diciendo que solo querían “revisar el precio”. Y ahí estaban, con todo su carrito de compras, pasando de una vez todas sus cosas.

Al fin, después de mil años, pagué y me fui a las mesas donde uno se organiza para meter las compras en la mochila. Obviamente, todas las mesas estaban ocupadas, menos dos, que las estaba usando una señora con un carrito lleno de cosas y un señor que no hacía nada. Yo, ahí parado con todo en las manos, y ellos sin moverse. Entonces la señora suelta un “Vámonos, Carlos, aquí no nos van a ofrecer bolsas”. ¡POR DIOS! Ese super no da bolsas desde hace años, y todavía quieren que alguien se las ofrezca.

Finalmente, con todo en la mochila, me fui caminando a casa. Ya casi llegaba a mi calle cuando un niño empezó a hacerme ruidos de disparos con un juguete. Los hacía cada vez más fuertes, hasta que empezó a chillar. Y claro, me preocupé de que alguien pensara que le hice algo.

Ahí es cuando apareció su mamá, súper enojada, mirándome como si yo fuera el culpable. Entonces llegó el papá, y menos mal que él tenía un poco de sentido común. El niño le dijo algo sobre que me disparó y yo no le seguí el juego. Y el papá, que fue el único con dos dedos de frente en todo el día, le dijo al niño que no molestara a desconocidos.

Así que, sí, esas fueron mis últimas dos horas del día. ¿Alguien más tuvo un día así de mierda?