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Jardín de momentos y lamentos (cuento con rima incompleto hecho en una noche, sin terminar por falta de ideas)

Carrito pequeño, con alambre new unܩ.
En el Límite de mi sueño, momentos y lamentos se alambrú deel

Jardín de momentos y lamentos, síngulo en la noche sublime,
Sublime en el corazón, nueva invención, ese es el número final de

Amor, alcea al bastón, el albedrío se sale
Una pena alma enmiendá y fortalecí

De nuestros pensamientos, qué alabaza.
un verdadero jardín de momentos y lamentos que el alma espera,

Señal en un río lento, de la presenti sin firme.

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Hoy vengo a contarles una historia,
una que habita hace tiempo en mi memoria,
sobre una dama, quien por mucho tiempo supo poseer
la amistad de alguien, cuyo amor le supo pertenecer.

Su primer mensaje él envió,
y con pocas expectativas esperó,
en cuanto ella respondió,
su historia comenzó.

Cuando en su casa él la conoció, sus sentidos ella encandiló,
su mente se alteró, pues tal belleza él antes no advirtió.
Con helado y unas palabras simples, su sonrisa ella mostró,
y al despedirse de ella, a su casa feliz él partió.
Ese día, sus primeros momentos él cultivó.

Al tiempo que se conocieron, amigos se volvieron.
Una segunda vez se vieron,
su cariño y ternura en un sueño para él se convirtieron.
Ese día, nuevos sentimientos de amor en su jardín nacieron.

Era tanto el aprecio del joven por la dama
que podía observar colores en su andar,
degustar sabores nuevos en su forma de amar,
y cultivar diferentes momentos para recordar.
Ella lo quería mucho, pero no del modo que él lo hacía,
el rechazo no se hizo esperar.
Esa noche, nacía en su jardín la primera maleza, el primer lamento.

Crecía a menudo en su cultivo, a veces poco, otras veces mucho
Otras veces era imposible removerlo, como el rechazo de ella.
A nuestro jardinero le afectó mucho esta maleza,
estaba tan triste, su rostro era la tristeza en persona,
le entristeció ver tan grande aquel opuesto a la belleza en su jardín.
Ese día, las lágrimas regaron el jardín por él.

Días después, él decide no dejar de verla a pesar de lo que pasó,
lo que pudo de esa maleza se eliminó,
en contacto con ella él siguió, y su rutina retomó.
Algún día le mostraría a ella su jardín, su trabajo de estos meses.
Sentía que no podía darse por vencido,
no quería rendirse aún, la amaba como a nadie en el mundo,
estaba convencido de que ella amaría observar ese jardín,
aquel que estaba preparando durante meses.
Ese día, a ella él volvió.

Nuestro jardinero continúa cosechando sus recuerdos,
lleno de felicidad va plantando te amo por ahí, te quiero por allá,
te extraño también, te estoy deseando en mis brazos,
entre tantos recuerdos bonitos que se le van ocurriendo.
Alguien dijo que en la variedad está el gusto, y tiene toda la razón.
¿O acaso me estoy equivocando? Supongo que no.

La realidad es que nuestro jardinero sigue lidiando con algo,
ese algo no lo está dejando en paz,
ese algo es la maleza que sigue arruinando su jardín como antes,
aquel lamento que tanto le costó arrancar de su trabajo,
sin embargo sus raíces son muy fuertes y resistentes.
Él se pregunta, molesto: ¿por qué este lamento es tan persistente?
Algo tenía que ver con aquel día,
ese día que él se encontraba platicando con la dama,
en un momento, por accidente o curiosidad le pregunta:
¿Me darías una oportunidad?

El rechazo esta vez vino de forma más directa, la raíz se hizo más fuerte


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