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¿César Hildebrandt es comunista? ¿Hace una correcta lectura de la sociedad peruana?

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El periodista de Hildebrandt en sus trece se dice ser enemigo de lo establecido y a la vez amante de los libros y el gran arte burgués. Lo que se dice y se toma como personalidad “rebelde” en Hildebrandt aparece como palanca de justificación. Empecemos con una cita de la compilación de “matices” dedicada a Marco Aurelio Denegri reunidos en su obra Una piedra en el zapato:

Y lo veo [a Denegri] y me veo de algún modo. Porque ambos somos anacrónicos. Ambos venimos de una clase media que quería ser más leyendo, viendo buen cine, frecuentando alguna música.

Esa clase media y ese país han fallecido. Y por eso de repente Marco Aurelio tiene ese aspecto de enterrador, y lo que dice viene del pesimismo y se dirige casi, derechito, a la melancolía.

¿De dónde ha salido Denegri?

Del Perú que pudo ser, de lo que fuimos. De este país que habría sido si a Sebastián Salazar Bondy lo hubiesen respetado y a Porras homenajeado y a More bien pagado.

¿Hubiera sido mejor el país que Denegri encarna y este columnista extraña hasta la rabia?

No lo sé […]. 3

Es cierto, ambos son anacrónicos: representan los rezagos de una ilustración tardía. Hildebrandt aquí refiere muy bien lo que significa la cultura: un mundo distinto, más noble, al que 《no se ha de llegar mediante la transformación material de la vida, sino mediante algo que acontece en el alma del individuo》 4 . Para el señor Hildebrandt, el Perú que pudo ser, diferente al orden actual, hubiese aparecido en una clase media lectora, con bastos conocimientos que, se arguye, nos llevarían al bien; o quizá una minoría selecta, la “intelligentsia” peruana, más respetada y pagada hubiese cambiado, de algún modo, el rumbo

de la historia. Pero en los dos casos se quiere eternizar y racionalizar las contradicciones de la sociedad de clases: mientras una élite se encarga del conocimiento de la historia, las ideas y la verdad, el resto sigue trabajando para otros, y sin embargo, aún así todos deberíamos elevarnos junto con la cultura, así el poder se perpetúa en base a esta última idea: 《[…] Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho, en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante.》 5 . Así el recelo de Hildebrandt, esa nostalgia matinal, se manifiesta como un rechazo y, a la vez, una defensa de una forma miserable de existencia. Detrás de las vocecitas de este periodista se esconde un profundo respeto por las relaciones de poder ya dadas; esto lo reflejan las siguientes afirmaciones: 《 Para librarse de toda esta podre no necesitamos a Marx. Lo que necesitamos es, más sencillamente, otro espartaco. 》 6 ,

Yo no estoy entre los apocalípticos que aspiran a que de los cielos bajen los ángeles del nuevo orden. Cuando parte de mis amigos se instalaban en partidos comunistas, estuve entre quienes no renunciaron al escepticismo. La palabra paraíso me aterra y la palabra utopía me empuja a buscar un lugar donde esconderme. 7

Justamente lo que separa a Hildebrandt del marxismo es el transformar la realidad a través de la revolución real. La filosofía que no solo se limita a interpretar la realidad, sino a transformarla no le es connatural como persona “culta”, pues como señala Marcuse: 《[…] Las almas profundas y finas pueden estar al margen de la lucha por un futuro mejor del hombre y hasta adherirse al otro bando. […].》 8 , pues 《[…] No tiene cultura quien interpreta las verdades de la humanidad como llamado a la lucha, sino como actitud. Esta actitud conduce a un […] poder-mostrar la armonía y medida de las instituciones cotidianas […]. 》 9 . La diferenciación cultural de los individuos ensimismados manifiestan la actitud liberal que exige un dominio nulo sobre un campo particular de la vida privada. Deja que exista la persona mientras no altere el proceso del trabajo, librando así las leyes del mercado y las fuerzas económicas. El que tiene cultura

se aparta de la lucha, eleva su soledad a una fuerza metafísica; sus reclamos, pues, son mera actitud de reclamo medido y modesto. La cultura afirmativa es también escoltada por el academicismo. En el contexto de la segunda vuelta en Perú entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo, la moral cuasi platónica del gobierno de los “ mejores” es defendida por Hildebrandt sin importar si estos perpetúan los antagonismos sociales propios de la competencia para la supervivencia cotidiana:

Lo que quiero decir es que la derecha peruana histórica, cuyo árbol genealógico incluye a figuras como Bartolomé Herrera o José de la Riva Agüero y Osma, tuvo representantes que en nada se parecen a los que en estos tiempos pretenden expresarla […].

[…]Necesitamos una derecha ilustrada, partidaria, moderna[…]. 10

Así, Hildebrandt antepone la cultura y la ilustración al cambio del status quo. Si el fujimorismo fuese ilustrado y Fujimori hubiese obedecido al comportamiento consensuado de lo correcto dentro de este sistema, se ahorraría gran cantidad de tinta. Su problema no reside en el orden actual, sino en quienes lo ensucian. 《 […] La belleza de la cultura es, sobre todo, una belleza interna y la externa sólo puede provenir de ella. Su reino es esencialmente un reino del alma.》 11 . De una actitud así, no se puede esperar una inclinación contra el orden impuesto. César tampoco oculta, en su calidad de garante de la crítica idealista, su lealtad y compromiso ante las instituciones del poder: 《[…] Ahora comprendo. Keiko Fujimori ha perdido por tercera vez, pero el veneno que el fujimorismo esparció sigue vigente. Nos complace roer instituciones, nos excita la anarquía, no nos avergüenza la corrupción. Estamos enamorados del peligro […]》 12 . El árbol le impide ver el bosque a nuestro periodista: deja implícitamente la idea que el orden actual es democrático, y por ende, libre y consensuado, su pelea es contra el “modelo”, no contra el sistema. Y así, Hildebrandt nos demuestra el sello de lo afirmativo en la cultura que 《[…] ha de dignificar lo ya dado, y no sustituirlo por algo nuevo. De esta manera, la cultura eleva al individuo sin liberarlo de su sometimiento real […]》 13 .

Hildebrandt no es una piedra en el zapato, sino un calzador. Su personalidad es, ante todo, un ejercicio de resignación. Su objetivo: el renunciamiento a una nueva y superior forma de existencia.

Escrito por Abraham Yáñez (Verso Crítico)

Título original del texto: Ensayo sobre la cultura afirmativa en el Perú

3 Hildebrandt, César; Una piedra en el zapato (2019, p.203).

4 Marcuse, Herbert; op. cit., p. 11.

5 Marx, K., & Engels, F. (2015). La ideología alemana. Ediciones Akal.

6 Hildebrandt, C.; op. cit., p. 201.

7 Hildebrandt en sus trece; Matices: “¡Que nada cambie!” (2021, p.12).

8 Marcuse, H.; op. cit., p. 18.

9 Ídem, p. 11.

10 Hildebrandt en sus trece; Matices: “Que la derecha salga de las cuevas” (2021, p.12).

11 Marcuse, H.; op. cit.

12 Hildebrandt en sus trece; Matices: “Breve historia del desastre” (2021, p.12).

13 Marcuse, H.; op. cit.


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One Comment

  1. César Hildebrandt defiende un orden cultural elitista, que trafica con ideas falsamente revolucionarias sin atender a las condiciones materiales del Perú. Su nostalgia por una cultura ilustrada es vista como un medio de justificación del status quo, más que un verdadero cuestionamiento del sistema.

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