El director de Marketing

Siempre me consideré un genio del marketing. Podía vender cualquier cosa, o al menos eso decían. Si alguien quería comprar piedras del río, yo sería capaz de hacerlas parecer el último grito de la moda. Fue esta reputación la que me llevó a trabajar con una empresa que se especializaba en productos esotéricos. Nunca me consideré una persona religiosa ni esotérica, pero el negocio es negocio. Me pidieron que desarrollara una campaña para vender tablas de ouija, un desafío que acepté sin pensarlo dos veces.

La campaña fue un éxito rotundo. Las tablas volaban de los estantes, y mi prestigio como director de marketing no hacía más que crecer. Sin embargo, casi de inmediato, mi vida comenzó a desmoronarse. Todo empezó con pequeños incidentes: luces que parpadeaban sin razón, sombras que parecían moverse solas en la oficina. Al principio, pensé que eran problemas eléctricos o simplemente mi imaginación.

Pero las cosas empeoraron. En mi casa, escuchaba susurros a través de las paredes y pasos en el piso superior cuando sabía que estaba solo. Las noches se convirtieron en tormentos interminables de pesadillas y sonidos inexplicables. Comencé a temerle a la oscuridad, a sentir que había algo, o alguien, observándome.

Mis trayectos en auto también se volvieron un calvario. Ruidos extraños dentro del vehículo, figuras que aparecían y desaparecían en el retrovisor, incluso fallas mecánicas que los mecánicos no podían explicar. Mi salud mental se deterioraba, y con cada día que pasaba, me sentía más al borde del colapso.

La gota que derramó el vaso fue cuando entré en una tienda de antigüedades y vi una de las tablas de ouija que había ayudado a comercializar. Algo en ella me llamó, una sensación de vacío y oscuridad que me envolvió por completo. Fue en ese momento que lo entendí todo: había abierto algún tipo de portal con mi campaña. Era como si cada tabla vendida conectara con un mundo más allá de nuestra comprensión, y yo había sido el catalizador.

Desde entonces, no he encontrado paz. Los fenómenos paranormales no cesan, y cada intento de alejarme de las tablas solo parece empeorar las cosas. Mi vida, antes llena de éxitos y reconocimiento, se ha convertido en un infierno viviente. Ya no sé cuánto tiempo más podré soportarlo. Solo sé que al aceptar aquel trabajo, desaté algo que jamás debí haber tocado.