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El último paso para tratar de fortalecer al peso, siguiendo la receta del bitcoin


El Banco Central (BCRA) dio hoy el último paso en la puesta en marcha del plan de “emisión cero”, desprolijamente anunciado el último viernes de junio, al comenzar a colocar entre bancos Letras de Liquidez (Lefi) para cerrar la segunda canilla de creación de pesos por pago de intereses de sus pasivos remunerados (antes Leliq, ahora pases), tras haber bloqueado desde hace casi ocho meses la asistencia directa al fisco y sólo 48 horas después de haber rescindido el 78% de los puts (la tercera canilla).

Lo hizo mientras avanza en la aplicación de lo que presentó como una nueva regla monetaria transitoria, mientras exista cepo, que consiste en reabsorber los pesos que el BCRA emite cada vez que compra reservas, mediante intervenciones sobre el dólar contado con liquidación (CCL), lo que le ayudaría además a ponerle un techo a la brecha cambiaria.

Claro que como es probable que esas intervenciones sean poco potentes (porque el BCRA ya casi no puede compra dólares), el Gobierno intentó reforzar las señales de pago de los bonos diciendo que comprará con el superávit financiero de $2,3 billones en el primer semestre los US$1528 destinados al pago total de los intereses de los bonos Galobales y Bonares en enero, dinero que girará al exterior y dejará depositado en el Bank of New York, en un intento de que mejoren sus cotizaciones y ayuden a ese mismo objetivo.

Así, encaminó su objetivo para comenzar a dejar fija la Base Monetaria Ampliada (BMA), una variable que no suelen seguir los bancos centrales, pero que, en este caso, le daría la opción de probar si la demanda de pesos es “genuina”. Esto es porque, a diferencia de la BM –suma de pesos en circulación más los retenidos a los bancos encajes prudenciales–, le agrega la deuda que desde hoy será asumida por el BCRA en Lefi, pero cuyo pago estará a costa del Tesoro para que no genere necesidad de mantener encendida la maquinita.

Es decir, como bien apuntó aquí el economista Miguel Kiguel, el nuevo esquema deja abierta una canilla de emisión, pero supeditada a la posibilidad de que los bancos que hoy le adquieren las Lefi procedan en adelante a vendérselas para hacerse de pesos, si es que no pueden captarlos a costo competitivo de los ahorristas, para atender los muy posibles aumentos en la demanda de crédito en pesos por parte del sector privado.

A eso se agrega la que respondería a un desahorro forzado de los dólares que está en los colchones. En el esquema que comienza a transitarse plenamente desde hoy, para el Gobierno eso sería una señal de recuperación genuina en la demanda de pesos que avalaría.

En lo que hace al manejo de las expectativas, lo que la gestión Milei busca transmitir es que la oferta de pesos, en adelante, será “finita”, como la del bitcoin. Precisamente, la principal característica de esta criptomoneda (que replican algunas otras) es que su emisión tiene un “tope” fijado por su creador, Satoshi Nakamoto, en 21 millones, es decir, no puede ser emitido indefinidamente, como sí pueden hacerlo por lo común los bancos centrales y lo hizo en los últimos años del BCRA.

En la actualidad, ya hay 19,7 millones de BTC minados (93,81% de total), pero para reforzar el mensaje de “escasez”, la tasa de emisión de esta criptomoneda debe reducirse a la mitad cada cuatro años (proceso conocido como halving), al punto que se calcula que el último BTC verá luz en el año 2140. A esa lógica busca acoplarse la apuesta oficial, prometiendo que, en adelante, será una mercancía cada vez más escasa.

El peligro está en el tiempo que esa idea demora en hacerse “carne” en una sociedad que comienza a ser golpeada por la destrucción de puestos de empleo, mientras padece el estancamiento, y que escuchó al Gobierno decir que “el crecimiento llegará cuando se salga del cepo” y lo ve hablando de recuperación de salarios (cierta) mientras en muchos casos pierde ese ingreso. Y sin que haya campañas oficiales para alentar la demanda de seguros por desempleo en este trance ni se actualicen de manera adecuada los montos a percibir por esa cobertura (van hoy de un mínimo de $117.100 a un máximo de $234.300).

Después de todo, recuerda a una apuesta similar que impuso el FMI cuando la administración Macri fue a pedirle el salvavidas sin llevar un plan, y no funcionó (aunque en un contexto de desorden en las cuentas fiscales y carrera electoral). Y también que fue precisamente el presidente Milei, cuando era candidato, quien dijo que el peso era un “excremento”.

Lo que parece claro es que fueron las circunstancia las que obligaron a aquel Milei dolarizador a militar por el peso: sin acceso a aportes externos para sumar reservas, lo que se intenta es adecuar la cantidad de pesos a la tenencia mínima, que a lo sumo el BCRA podría mantener o mejorar marginalmente hasta fin de año, tomando en cuenta un tipo de cambio que perdió 41% de competitividad en menos de ocho meses.

En este sentido debiera tranquilizar que el mandatario tenga en claro la amenaza en acecha a su apuesta por “apretar tanto la cantidad de dinero”. “El riesgo es que terminemos ahogando a la economía por acelerar la tasa de desinflación”, admitió el viernes en una entrevista concedida a Fantino

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