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Sin mi móvil no puedo vivir


«Yo creo que lo uso un poco demasiado. Con TikTok, te pones a las seis en plan cinco minutitos y a la que te das cuenta son las ocho y media y se te ha pasado toda la tarde», reconoce una chica de 16 años de Valencia. «Yo, sin mi móvil, no puedo vivir», admite una adolescente de la misma edad de un pueblo de Jaén. «Me cuesta admitirlo pero no sé qué tiene, algo que te engancha, y a mí me gustaría intentar dejarlo más, pero creo que sería muy complicado y que tampoco podría estar sin móvil un día», confiesa otra joven de 16 años de Sevilla.

Los entrecomillados son de menores que han participado en un estudio de Save the Children que observa cómo se mueven los críos en el mundo digital. De las respuestas de 3.314 chicos y chicas de entre 14 y 17 años se desprende que una cuarta parte de ellos está más tiempo de lo que le gustaría en internet o deja de hacer otras cosas por estar conectado.

Se levantan y lo primero que hacen es mirar el móvil. En el instituto lo consultan a escondidas y lo sacan en el patio cuando los profesores no les ven. Estudian con el teléfono al lado oyendo música. Y luego chatean y postean hasta que se les cierran los ojos. «Es como que estoy siempre con el móvil», dice otra de las entrevistadas por la ONG.

El estudio, publicado este jueves, revela que el 90% de los adolescentes está permanentemente conectado o se conecta varias veces al día. El 58% utiliza internet de manera habitual desde los 11 años y casi un tercio, desde antes de cumplir los 10. «Esta conexión continua en todos los ámbitos de su vida influye directamente en su socialización», avisa Save the Children.

«La sobreexposición a las pantallas tiene consecuencias en el desarrollo físico, emocional y social de los adolescentes», dice Andrés Conde, director de la ONG. «Quita tiempo al estudio y eso tiene un impacto en su progreso educativo; quita tiempo a la lectura y eso tiene un impacto en su riqueza de la visión del mundo, quita tiempo al sueño y eso tiene impacto en su descanso físico, y quita tiempo a la familia, que es su espacio de afecto».

El informe señala que muchos adolescentes sienten intranquilidad cuando oyen sonar el móvil y sólo lo dejan cuando están en clase o se lo prohíben las normas familiares. Es más, forma parte de su socialización habitual, incluso en contextos de presencialidad. «Dejar el móvil no es voluntario», afirma.

¿Por qué se produce este «enganche» o «uso desmedido»? Los investigadores hablan de la «necesidad de mantener una identidad y presencia digitales», de la «pertenencia al grupo que se extiende a lo digital», del «propio diseño de las aplicaciones que buscan una mayor interacción del usuario» y de la «normalización del uso del dispositivo para casi cualquier actividad».

El miércoles, la Agencia Española de Protección de Datos publicó un informe en el que también advertía del uso de «patrones adictivos» por parte de las webs y plataformas que «manipulan» a los usuarios, especialmente a los menores, para que permanezcan el mayor tiempo posible conectados. Este organismo investigará a varias empresas españolas para determinar si sus patrones cumplen la ley.

El informe de Save the Children apunta que los adolescentes que pasan más tiempo conectados a internet sufren más estrés emocional: sienten más que las dificultades se les acumulan, son incapaces de controlar las cosas y piensan que la vida no les va como quieren.

Conde no es partidario de dejar a los adolescentes completamente fuera de las redes sociales -«Privarles de ese acceso es privarles de un espacio de relación muy importante para ellos»- y defiende la «educación en un uso seguro». «De igual forma que enseñamos normas de seguridad vial, les tenemos que ayudar a que sean responsables de lo que dicen cuando navegan por internet», afirma. Aboga por enseñar tanto en casa -«Con lo que hacemos más que con lo que decimos»- como en la escuela, porque «se sienten más cómodos hablando con sus profesores y prefieren hablar de estas cosas en el colegio».



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