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A ninguno de nosotros nos dan el guion de nuestra vida al nacer


Quien comienza a escribir estas líneas confiesa no tener muy claro lo que va a contar. Sinceridad ante todo. Sin embargo, tanto el objeto como el sujeto del texto se prometen sumamente interesantes, así que dejémoslo fluir y a ver qué sale. ¿Trato hecho?

Arrancarse el corsé no es fácil, aunque parece bastante efectivo. La improvisación es la forma más natural y extendida de hacer arte, sobre todo si hablamos de música. Leonardo da Vinci fue uno de los más grandes improvisadores en viola de arco y, junto con algunos colegas, puso en escena óperas cuya música y letra se inventaban sobre la marcha. «Tanto Bach como Mozart tenían renombre como improvisadores sumamente libres, ágiles e imaginativos, y hay muchas historias, a la vez conmovedoras y divertidas, con respecto a sus hazañas en este campo. Beethoven, cuando llegó por primera vez a Viena, adquirió fama como asombroso improvisador, antes que como compositor», asegura Stephen Nachmanovitch (Los Ángeles, 1950) en su obra Free Play: la improvisación en la vida y en el arte, un clásico que reedita ahora Paidós.

Nachmanovitch ha hecho de la espontaneidad su modus vivendi, aunque su trayectoria parece cuidadosamente planeada, comenzando por sus estudios en Harvard. Doctor en Historia, docente y conferencista sobre la creatividad, los puntales espirituales del arte y la ecología de la mente, ha impartido clases magistrales y talleres en innumerables conservatorios y universidades de todo el mundo. Ya en la década de 1970 fue considerado un pionero de la improvisación en violín, viola y violín eléctrico, del que es ahora un virtuoso.

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«Nos sometemos a profesores de música, de baile o de escritura que pueden criticar o sugerir, pero lo que realmente nos piden es que ‘seamos espontáneos’, que ‘seamos creativos’. Y eso, por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo», cuenta desde su salón en Charlottesville (Virginia). «¿Cómo se aprende a improvisar? La única respuesta es otra pregunta: ¿qué nos lo impide? La creación espontánea surge de lo más profundo de nuestro ser. Lo que tenemos que expresar ya está en nosotros, somos nosotros, de manera que la creatividad no es una cuestión de encontrar el material, sino de desbloquear los obstáculos para que surja naturalmente».

Por supuesto, le pedimos que nos dé algunos consejos para desarrollar el ingenio entre tanta rutina, en una sociedad que tiende a la cronopatía: la insana obsesión con aprovechar el tiempo. Fijar los planes en la agenda con semanas de antelación por falta de tiempo ya es la norma, lo que apenas deja huecos libres para improvisar. «Me cuesta dar consejos porque lo que es válido para mí puede no serlo para otra persona, y también depende del contexto… ¡En 20 años seguro que nada de lo que digo sirve para nada!», ríe. «Pero, para empezar, aprender a respirar bien. Y luego, acordarnos de recordar cada momento, por pequeño que sea».

“¿Cómo se aprende a improvisar? La única respuesta es otra pregunta: ¿qué nos lo impide?”

Stephen Nachmanovitch, autor de ‘Free Play’

De las batallas de gallos a los monólogos en vivo, la improvisación juega un papel fundamental en el entretenimiento y en el arte. Pasear por las ciudades españolas es sinónimo de toparse a varios poetas callejeros que se ofrecen a escribirte unos versos con tres palabras. Poetas, músicos, humoristas o actores echan mano a su capacidad de inventiva de lunes a domingo. ¿Cómo lo hacen? ¿Les preguntamos?

«A ninguno de nosotros nos dan el guion de nuestra vida al nacer. Nuestro día a día consiste en ir improvisando sobre una suerte de agenda laboral o de compromisos. Sin embargo, esa rutina no es más que un espejismo que nos genera cierta calma y sensación de controlar nuestro ‘universo’ más cercano. Es todo mentira; en cualquier momento podemos recibir la llamada de un familiar o un amigo que necesita ayuda; en cualquier momento pueden ofrecernos ese puesto de trabajo al que no podemos decir que no y que nos trastoca por completo el entorno ‘seguro’ que nos hemos construido durante años», explica Rodri Martín, actor de teatro y doblaje de series como Juego de Tronos o Rick y Morty.

Martín emplea asiduamente diversas técnicas de improvisación en sus talleres formativos para todo tipo de públicos. Para él, improvisar «forma parte de la vida misma» ya que cada uno, a nuestra manera, nos desenvolvemos en ella como buenamente podemos: «Los que lo hacen con más gracejo se les dice que son solventes, avispados, resueltos... y a los que lo hacen más discretamente, introvertidos y discretos. Pero todos, absolutamente todos, improvisamos desde que nacemos».

Volvemos con Nachmanovitch, quien arranca Free Play con un cuento japonés sobre un joven flautista que aspira a tocar como un dios. El joven comienza a estudiar con un maestro y practica con suma diligencia, pero, cuando toca, su profesor niega con la cabeza y le repite que falta algo. El alumno se esfuerza más, practica más horas, y pasan los años, pero la respuesta siempre es la misma: «Falta algo». ¿Por qué solemos estar tan insatisfechos con el resultado de nuestro trabajo? ¿Nos han inculcado una cultura del éxito más que una cultura del esfuerzo?

«Con el auge de la televisión, y más aún desde internet, vemos cada día ejemplos de éxito», responde Nachmanovitch. «Ganar dinero parece ser la única manera de demostrar la excelencia en tu campo. Eso está bien hasta cierto punto, pero también es muy peligroso. De niño, practicas un deporte porque te encanta y te hace sentir bien. Entonces la gente se da cuenta de que eres bueno en ello, te hacen entrenar con especialistas y, de repente, estás en la liga competitiva. Empiezas a ganar mucho dinero con el deporte y esa actividad que antes hacías por amor se tiñe de otras cosas, como la fama, la reputación… y todo eso es realmente lo contrario de disfrutar jugando. Por supuesto, todo el mundo necesita comer y pagar la vivienda, pero tenemos que ser capaces de tomarnos un respiro y recordar las decisiones que nos han llevado hasta allí. Ser conscientes de si realmente nos sigue apasionando lo que hacemos. No ser capaces de volver al amor que sentíamos al principio es lo que nos genera frustración».

El autor de Free Play ha colaborado con decenas de artistas de ámbitos como la literatura, la danza, el teatro y el cine. También ha desarrollado programas que combinan estas disciplinas con las nuevas tecnologías. «He trabajado con ordenadores casi toda mi vida, desde 1963. Cuando era joven me apoyé en programas de ordenador para producir música. He estado involucrado con la tecnología informática en todas las fases de mi vida y lo disfruto enormemente», reconoce.

“A ninguno de nosotros nos dan el guion de nuestra vida al nacer. Nuestro día a día es improvisar”

Rodri Martín, actor de teatro y doblaje

Pero la pregunta es obligada: ¿está matando la inteligencia artificial (IA) nuestra creatividad al permitirnos tener todo lo imaginable en un par de clics? En su mirada optimista se vislumbra un brillo escéptico: «Más que inteligencia artificial, apoyo a Noam Chomsky cuando se refirió a ella como ‘plagio artificial’. De hecho, así es como funciona; raspa y saca vastas cantidades de información disponible en Internet sin el permiso de los creadores humanos. Funciona por una especie de proceso inductivo de encontrar patrones e interrelacionarlos. En la IA no hay un ‘yo’».

Ante la ausencia de un ‘yo’, no hay subjetividad que valga. Ni pensamiento creativo, claro. «Un ordenador puede ganarte al ajedrez, pero jamás podrá jugar contigo una partida de ajedrez. Y esa es la clave si estamos hablando de juego libre», explica el violinista. «Tomar decisiones es algo inherente a la vida humana. Nuestro cerebro funciona a partir del ensamblaje de componentes o bloques de construcción».

Según el último Informe PISA, los adolescentes españoles igualan con 32,8 la media de la OCDE en pensamiento creativo, superando ligeramente el promedio de la UE. Mientras tanto, Corea y Canadá -sociedades sobre las que suele recaer el sambenito de «cuadriculadas»- encabezan un estudio en el que suspenden los estudiantes de Rumanía, Colombia, Chipre y Bulgaria.

Dicho informe concluye, sin embargo, que España se encuentra estancada en lo referente a los enfoques y prácticas educativas que fomentan la expresión creativa, desde las pedagogías hasta las actividades y prácticas de evaluación dentro y fuera del aula. ¿Puede el homo smartphone incentivar la creatividad analógica? «Las Humanidades son la base de cualquier civilización, pero la educación se ha ido corporativizando en los últimos 30 años y cualquier cosa que no sirva directamente para ganar dinero, carece de importancia. Por eso el arte siempre está en un segundo plano, porque la vocación no te asegura un buen puesto en este mundo capitalista», opina Nachmanovitch.

Los adolescentes españoles igualan con 32,8 la media de la OCDE en pensamiento creativo, superando ligeramente el promedio de la UE

Informe PISA

Concuerda Martín en que, en el ámbito laboral, a una persona que improvisa con facilidad se le dice que es resolutiva o proactiva, y se le valora muy positivamente. «Mientras, en lo personal, a una persona bohemia, que vive el día a día dejándose llevar por donde sople el viento, se dice que es disoluta, tarambana, sin oficio ni beneficio… Se trata de la misma persona improvisando, pero un perfil está bien visto y el otro, mal. Es curioso», reflexiona.

En el último lustro, Nachmanovitch se ha enfrentado -como todos- a la pandemia, y luego a una intervención a corazón abierto. «Salió sorprendentemente bien», cuenta, y le otorgó una segunda oportunidad para seguir enfrentándose a la vida con la perfecta sonrisa que muestra al otro lado de la pantalla. Distintas investigaciones confirman una pérdida de concentración desde el confinamiento. Le confesamos el temor a que pasar tanto tiempo entre cuatro paredes sin estímulos externos haya acabado por atrofiar nuestra inspiración creativa.

«Durante el confinamiento, yo, que vivo en una casita en el campo, me sentía inmensamente afortunado. Tenía un techo y comida suficiente, cosas que damos por hechas pero mucha gente no tiene», cuenta el músico. «Salía a dar mis paseos por el bosque, y observaba a los pájaros. Esos pájaros me enseñaron a apreciar los niveles de complejidad del sonido y la interacción con el entorno. Me quedaba horas escuchándolos, se convirtió en un pequeño placer. Luego volvía, tomaba notas y trataba de hacer algo con esas melodías que me inspiraban tanta paz en medio del caos. De todo ello surgió una obra, Hermitage of thrushes».

-Hoy en día, muchos libros de autoayuda nos instan a «abrazar a nuestro niño interior». ¿Está el mundo preparado para una generación menos madura, pero más sensible con su entorno, tildada de «generación de cristal»?

-Me parece un desafío enorme. El camino de cada ser humano a través de lo que llamamos «viaje de autodescubrimiento» es diferente. Uno necesita estar siempre en contacto con su parte infantil y ser consciente del papel que desempeña, pero también tiene que ser capaz de cruzar la calle con seguridad y prestar atención a los peligros y evitarlos en la medida de lo posible; todas esas cosas que consideramos propias de los adultos. Ser capaz de hacer ambas cosas, sin decantarse por un extremo o por el otro, es muy difícil. Muchas personas crecen y pierden a su niño interior, lo cual les hace desgraciadas. Y algunas personas crecen y conservan al niño, pero nunca consiguen conocer al adulto. Eso también es triste.

Punto final. No ha estado tan mal, ¿verdad? De vez en cuando, no es tan dramático salirse del guion y experimentar un poco. Aunque mejor pasemos el testigo por última vez:

«Hace muchos años un buen amigo me dio el mejor consejo que me han podido dar el día antes de hacer mi primera entrevista de trabajo: ‘Sé tú mismo’», afirma Rodri Martín. «No hay nada más artificial que tapar nuestra forma de ser con una careta. Tenemos que perder el miedo a expresarnos, a equivocarnos, a tomar la decisión equivocada. Otro de mis trucos es recurrir al humor. Es un bálsamo maravilloso capaz de aliviar cualquier momento de estrés. La vida es un escenario en el que tú eres el actor o la actriz protagonista. Si en algún momento te quedas en blanco y no sabes cómo moverte o qué decir… haz como si le hablaras a tu gato. ¡Eso nunca falla!».

Free Play: la improvisación en la vida y en el arte

Stephen Nachmanovitch

Paidós. 256 páginas. 20,90 euros. Puede comprarlo aquí



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