Tecnologia

cómo dedicarte a la música en tiempos del streaming y la Inteligencia Artificial



Quedan 30 minutos para que empiece el concierto.

Daniel Edwards, un trompetista galés de 21 años, clava a su entrecejo sus enormes gafas de montura de metal con el huesudo dedo índice de su mano derecha como si fuera un post-it que ha perdido adherencia mientras se desliza a toda velocidad a lo largo de los doce interminables metros de verja del Liverpool Institute for Performing Arts (LIPA) que dan a Pilgrim Street. Agarra con la mano izquierda por el mástil una Fender Squier como si esta fuera un niño prodigio al que su padre acompañara con prisas a una audición que sabe que se va a llevar de calle. El lomo de la guitarra asoma por la funda dejando entrever unas escamas de sirena coral, casi puedes escucharla ulular. Es un chaval delgado y sinuoso, así que sus movimientos recuerdan a los de un basilisco, con zancadas precisas, interminables. Se cruza conmigo sin darse cuenta de que estoy ahí. Si hubiera habido papeles tirados por el suelo, estos habrían levantado el vuelo y se habrían demorado en el aire.

La Fender Squier es para Jairo Zavala (Depedro), quien en el 25 aniversario del intercambio que organiza cada año la Sociedad de Artistas, Intérpretes y Ejecutantes AIE y LIPA dentro de su programa Artistas en Ruta, ha sido invitado para predicar con el ejemplo (salvo su último album siempre ha autoproducido sus discos, ha tocado en bandas como Amparanoia y Calexico, se ha ganado el pan en la orquesta de El Club de la Comedia, ha sido profesor de música…) y montar en solo cinco días con ocho alumnos de la escuela una pequeña gira de cuatro conciertos por España con temas de su repertorio. Zavala ha querido subir la apuesta: los temas que ensayan son de su último disco (Un lugar perfecto, Calaverita Records) y no los ha tocado todavía en directo. Es la primera vez que salen oficialmente del estudio. De hecho, la gira con estos estudiantes marca el inicio de su gira oficial para promocionar el disco. Vamos, que se la juega. Es un acto de fe, si me preguntas a mí.

La conexión con los amplis de la guitarra que se ha traído Jairo a Liverpool ha estado fallando desde los ensayos matinales y en la prueba de sonido directamente ha muerto. Que Daniel, estudiante en el último curso del programa de música de LIPA, le traiga una Fender Squier en el último minuto para un concierto de calentamiento en la cantina de LIPA que cierra cinco días de ensayos no deja de ser una ironía por el contexto. Paul McCartney usó precisamente una Fender Squier para grabar Helter Skelter.

el músico jairo zavala da indicaciones al guitarrista joseph griffin en una sala de ensayo de la escuela lipa

Fernando Roi

Jairo Zavala da indicaciones al guitarrista Joseph Griffin en una de las salas de ensayo del Liverpool Institute for Performing Arts.

Lo sé, lo sé, es la guitarra fetiche de Bruce Springsteen y de Jeff Beck, pero es inevitable que en Liverpool, precisamente en la escuela fundada en 1996 por Paul McCartney y Mark Featherstone-Witty, precisamente en el edificio de la escuela secundaria en la que estudió el músico (está ubicada en lo que en su día fue el Institute High School for Boys), precisamente a unos treinta metros donde Paul se reunía con John (Lenon), la imaginación rebote con la guitarra del Beatle. Y resulta curioso porque McCartney solo ha usado esa guitarra para grabar dos canciones en toda su carrera como músico (la otra ocasión fue para Good Morning, Good Morning’, de Sgt. Pepper’s).

Me pongo a pensar en que Helter Skelter nació como resultado de un doble mosqueo de McCartney. El primer pique lo experimentó al escuchar en una entrevista que Pete Townsend describía I Can See for Miles como “la canción más ruidosa, cruda y sucia que jamás hubiera grabado The Who”. McCartney quería “la voz más estridente, con la batería más fuerte” para los Beatles. McCartney, además, estaba cansado de que le llamaran el sentimental del grupo, así que compuso esa canción. ¿El resultado? “I’ve got blisters on my fingers”, grita Ringo al final de la grabación de The White Album. Pienso en esto y pienso también en como Depedro no olvida su andadura con La Vacazul, el grupo de la primera década de este siglo que durmió el sueño de los justos) y ha colado algunos de sus sonidos en los temas de este último disco.

Cualquier modelo de Inteligencia Artificial sabe perfectamente que Helter Skelter está en clave de mi mayor y en un compás de 4/4. También sabe que su estructura comprende dos combinaciones de verso y estribillo, seguidas a su vez de un pasaje instrumental y una tercera combinación de verso-estribillo. Luego viene un final prolongado durante el cual la interpretación se detiene, coge aire, se reanuda, se desvanece, vuelve a aparecer y termina por desvanecerse una última vez en medio de una cacofonía de sonidos. Los únicos acordes utilizados en la canción son E7, G y A.

Una IA puede crear de la nada una canción con indicaciones similares. Nosotros lo hemos intentando para este artículo. Puedes ver el resultado aquí y aquí de lo que la IA (hemos utilizado de todas las aplicaciones disponibles, Suno, la más intuitiva de todas ellas y fácil de utilizar) es capaz de interpretar con indicaciones para crear un tema con los mismos parámetros que Helter Skelter. A aquí (Fisherman’s song) y aquí (False glory) está lo que la IA entiende como una chacarera sobre la vanidad y sobre un pescador.

La música es más que matemáticas. Una IA no crea música a partir de un mosqueo (solo de prompts o, vale, del mosqueo que pueda tener el que genera esos prompts) y, sobre todo, no sangra. Pero, sobre todo, una IA no sabía lo de la espinita clavada de Lavacazul, ni sabe tampoco que esa guitarra le lleva a Jairo a contarme que la primera guitarra eléctrica que tocó la construyó un amigo del barrio que sacó la madera del cuerpo de una puerta de su casa ni que la unió al mástil de una guitarra española descuartizada.

Tampoco sabe que este amigo terminó convirtiéndose (¡spoiler!) en ingeniero, ni que la había guardado todos estos años, ni que se la ha regalado ahora a Zavala. Pero, sobre todo, ni disfrutó con la genialidad del hack adolescente de Aluche, ni se llevó una bronca (justificada) de unos padres preocupados por la integridad física del hogar familiar.

las cantantes mariona aguilera rius izquierda y maria villarreal aguilar ambas en el tercer curso de lipa

Fernando Roi

Las cantantes Mariona Aguilera Rius (izquierda) y María Villarreal Aguilar, ambas en el tercer curso de LIPA.

“Para qué quiero llegar ya, llegar rápido, déjame seguir mi camino”, me dice Zavala la primera vez que le pregunto, en los descansos entre ensayos, por las implicaciones de la IA para los músicos que empiezan ahora. “Ahora mismo la IA en el ámbito artístico no me interesa lo que propone. Porque solo ves los resultados. Al final es una herramienta. No le veo sentido para el tipo de música que hago. Para aprender ritmos y poder acercarme a lo que toco ahora he tardado años. Estoy convencido de que debería vivir una vida en Santiago del Estero para tocar la chacarera bien. Imagínate que una IA me da una chacarera con mi voz. Venga, ya está, Toma. ¿Dónde está el placer de estar muchas noches con amigos con un maestro viéndole cantar y tocar, descorchando una botella de vino? ¿Y lo que me ha hecho sentir”, añade.

preview for Esquire se cuela en los ensayos de Depedro en Liverpool

Le cuento todo a esto a Daniel para tener la visión de alguien que todavía no ha entrado en el negocio que desde sus 21 años ve la tecnología de otra manera. “La industria ha cambiado con todas las tecnologías que han ido apareciendo. Cambia constantemente. Si le dijeras ahora a músicos de los 60 o 80 que escucharíamos música en nuestros teléfonos, les podría haber preocupado. Pero después del streaming todavía existen los músicos y aún son relevantes. Hay que adaptarse a la tecnología. La tecnología puede avanzar, pero no puede sustituir a un músico. Aunque realmente nadie sabe que esperar, lo que está claro es que los músicos cambiarán con ella”, dice.

La dictadura del 2 por ciento

Como me contaba un perro viejo de la industria musical española, “Internet ha democratizado el acceso a la música, pero también ha desmonetizado la creatividad”. El modelo de reproducción y consumo de música en streaming cambió hace ya una década las reglas del juego. Para ganar dinero ahora con la reproducción en streaming, cualquier productor te va a decir que tienes que estar entre el 2% de las reproducciones con más escuchas. Si no, tienes que buscar una alternativa a ese modelo está regido por algoritmos. Y ahí no entramos todavía en la música autogenerativa.

Asumir riesgos se ha convertido en un lujo. Es cierto que Internet también ha abaratado la producción, pero al final necesitas alquilar un estudio, pagar a una banda y financiar una gira para construir una audiencia. Si eres nuevo en esto, luego ya hablamos de sellos. El verdadero problema radica en que el todo el trabajo creativo está digitalizado y se alquila, lo que reduce los pagos y redistribuye las recompensas entre más bolsillos. ¿Hasta qué punto es complicado ser músico ahora?

“En cualquier actividad artística siempre ha sido un milagro llegar al último estadio. No creo que ahora sea más complicado crear una obra de arte y que esa obra de arte emocione a la gente. En el camino hay mucha profesión, hay mucho oficio. Ese llegar a ese sitio siempre ha sido muy difícil. Está claro que te va a costar encontrar cada vez más una audiencia que entienda o que quiera a pararse a recibir lo que tienes que decir. Ahora se cuantifica todo: el que tiene más escuchas, ese es mejor artista. Pues no”, dice Zavala.

“Es cierto también que se ha democratizado la tecnología. Antes el error te costaba carísimo. Ahora puedes autoproducirte. Es muy barato. Ahora hay programas de software libre que graban y puedes hacer una maqueta. Antes tener una maqueta era muy difícil”, continúa. “Hoy influye más lo que tú trabajes después de la promoción. El vértigo de desarrollarlo en directo y generar esa conexión emocional con el público. Está solo en tu mano”, añade.

el batería beau dain

Fernando Roi

El batería Beau Dain, durante los ensayos.

***

Antes de volver a ese concierto de calentamiento, necesito rebobinar 48 horas.

Joseph Joe Griffin es un escarabajo rubí con rasgos fenicios y pelo lacio, un Tom Wolfe musical de punta en verde. Son las 10 de la mañana del día anterior al concierto.

Después de tres días de ensayos, los ocho músicos que ha seleccionado LIPA para acompañar a Jairo por fin comienzan a entenderse en la menuda sala de ensayo de la segunda planta. No habían tocado juntos nunca, menos aún habían sido sometidos al chute de tropicalismo, chacarera andina y vacazulismo inherentes a la propuesta de Depedro. Todos ellos están ya en bandas. Alguno incluso ha diseñado su página web, con fotos de perfil donde tratan de proyectar una intensidad que todavía no tienen.

El joven Griffin quiere impresionar a Jairo. Lleva así toda la semana. Suenan cuatro notas. Zavala le detiene levantando la cabeza, el ceño fruncido. “Wait for the tempo”, le dice. Es un tono amable, nada condescendiente. Sin embargo, Jairo mira su partitura. Repasa mentalmente con su guitarra el arranque de la canción. Sonríe. “You were right”, dice. “Es exactamente como tú dices”, añade en castellano, dirgiéndose ahora a sí mismo. Así es como aprenden los músicos.

Arthur, el bajista con aires de Thor, en el otro extremo del espectro musical, no se ha aprendido su parte. El suelo a los pies del bajista está alfombrado con folios llenos de indicaciones, con notas que no han prendido después de cuatro días. Jairo tiene que detener el ensayo. Repasa con él las notas de las canción que están ensayando. Hace gala de una paciencia que yo no habría tenido. Arthur ha llegado tarde a los ensayos los tres días anteriores. Al día siguiente, Arthur no se presentará. Jairo no tiene más remedio que hacer arreglos de última hora la mañana del concierto en todos los temas para prescindir del bajo. Fíjate bien: del bajo, que lleva la melodía, la armonía. El resultado en el primer concierto con balas de fogueo será cuando menos, sorprendente.

el teclista tobias wooloughan

Fernando Roi

El teclista Tobias Wooloughan, estudiante en LIPA, todavía no sabía en este momento que tendría más peso en el concierto del que esperaba. Cuando Jairo hizo los arreglos para prescindir del bajista, él asumió una parte, tocando más bassy, pero una parte muy importante recayó también en Wooloughan. No he visto a nadie más tranquilo en toda mi vida.

Al final de mi viaje me quedará claro que A) Ser músico es un trabajo. Y B) Ser músico se parece a ser padre: consiste en ESTAR cuando hay que ESTAR. Tiene que ver más con eso que con el virtuosismo musical. Resulta curioso, pero durante todo el tiempo que veo trabajar a Jairo con los alumnos, cuanto más les escucho únicamente pienso en el pianista Billy Preston. En la mismísima escuela en la que estudió Paul McCartney, pienso en todo momento en Preston. Los músicos de carne y hueso son como Billy Preston.

“La mejor banda de jazz que he visto en mi vida es la banda de Ray Charles. Billy Preston es demasiado”, le dice George Harrison en el primer episodio de la miniserie documental de Peter Jackson The Beatles Get Back (Disney Plus) a John Lennon, Paul McCartney y Ringo Starr. “Os gustaría si lo vierais. Billy toca el piano con el grupo. Luego tiene su parte en la que canta, baila y toca el órgano solo y luego sale Ray Charles. Es mejor que Ray Charles, realmente… es demasiado. Porque toca el órgano genial. Ray Charles ya no se molesta en tocar el órgano. Se lo dejaré al chaval, a Billy. Es demasiado”, sigue.

George Harrison había visto junto a su amigo Eric Clapton al músico texano Billy Preston (2 de septiembre de 1946 – 6 de junio de 2006) en el Festival Hall. “Cuando fui con Eric ver a Ray Charles tocar en el Festival Hall, antes de que llegara Ray, había un tipo en el escenario tocando el órgano, bailando y cantando Double-O Soul. Pensé, ese tipo me resulta familiar, pero parecía más grande de lo que recordaba. Después de un tiempo, Ray entró y la banda tocó algunas canciones y luego volvió a presentar… ¡Billy Preston! Ray dijo: “Desde que escuché tocar a Billy, ya no toco el órgano, se lo dejo a él”. Pensé: ‘¡Es Billy!’. Desde la última vez que lo vimos en Hamburgo en 1962, cuando era un niño pequeño, había crecido hasta medir un metro ochenta”, cuenta George Harrison en Anthology.

el trombonista david marshall

Fernando Roi HEARST

una partitura en un atril con un telefono movil y una maraca en una sala de ensayo de la escuela de musica lipa

Fernando Roi

Billy Preston conoció a The Beatles cuando estaba de gira con la banda de Little Richard en 1962. En ese momento, The Beatles eran solo los teloneros y Preston tenía solo 16 años, otro niño prodigio como lo habían sido ellos. Harrison llamó a Preston para la grabación de Let it Be no solo por su talento, sino también para que su personalidad ejerciera de bálsamo para calmar los ánimos de la banda y hacer que se comportaran en todo momento en el estudio. No puedes sacar los pies fuera del tiesto cuando hay alguien con tanto talento en la sala que no es de la familia.

Todo el mundo recuerda a Preston junto a The Beatles durante su actuación de 42 minutos en la azotea de Apple, el 30 de enero de 1969, la última actuación pública de la banda.

Durante la grabación de Let it be, Lennon llegó incluso a estar a favor de convertir a Preston en miembro de pleno derecho de la banda, pero McCartney, que no dudaba de su talento, no estaba de acuerdo, alegando que si ya era difícil poner de acuerdo a cuatro, imagínate a cinco (entre líneas se podía leer que no tenía mucho sentido ya que la banda estaba a punto de separarse). El caso es que volvieron a llamarle para el álbum Abbey Road, que aunque se grabó después que Let it be, se publicó antes. Porque Billy Preston también tocó en Abbey Road: aunque no aparece acreditado, trabajó en I Want You (She’s So Heavy) y Something. En abril de 1969, en el single Get Back sí fue acreditado como “The Beatles with Billy Preston”, al igual que en la cara B del disco en Don’t Let Me Down.

Le pregunto a Daniel Edwards si ha planificado su carrera, si ha pensado a medio y largo plazo. “Claro que tienes que pensar un par de pasos por delante. Como, por ejemplo, aprovechar ahora la oportunidad con Jairo. Y no es solo la oportunidad de tocar con él, sino también, si esto sale bien, de conseguir contactos, pedir favores. Tienes que pensar en el largo plazo y tienes que pensar un par de pasos por delante. Siempre me planteo: ¿A dónde me puede llevar esto que estoy haciendo ahora mismo?”, me cuenta.

La escuela LIPA admite cada año a 200 alumnos, resultantes de una criba de unas 55.000 solicitudes anuales. Al programa de música pasan unos 80 alumnos. Cada curso cuesta en torno a 20.000 libras. Y son tres años. El reclamo de LIPA es que el 88% de sus alumnos se colocan en la industria en los tres años siguientes a licenciarse. No es cualquier escuela. Algunos de los estudiantes, por supuesto, reciben becas. De hecho, la propia AIE ofrece becas para asistir a esta escuela.

Le planto la misma pregunta a Jairo. “No me puedo quejar. Tengo conciertos hasta 2025 todos los fines de semana. Estoy a muerte. Pero siempre me pregunto: ¿qué va a pasar? La gira de entradas, de salas, empieza en otoño. En los festivales no van a verte a ti, son un evento. En octubre es ahí cuando se ve la realidad. Ahí está el tomate, si hay conexión o no, si hay necesidad de ver a Depedro una vez más. Si no, está bien, qué le vamos a hacer. Ha sido un ciclo maravilloso. Si no funciona habrá que hacer otro”, me dice.

“La vida del músico… son ciclos muy largos. Es fácil que tu propuesta se quede manida. O que hayas tocado un techo artísticamente. De hecho este disco me lo han producido porque necesitaba abrir un nuevo cajón. En este caso ha sido Gustavo Guerrero. Tengo que contar las cosas de forma diferente”, añade.

Le comento mi teoría sobre cómo ser músico consiste en ESTAR. “Es un trabajo más. Como un fontanero que tiene que ir a un domicilio a primera hora, luego va a un colegio… Es lo mismo. Que sí que es lo mismo. Es un oficio. Yo voy a tocar la guitarra encantado. En 2018 hice la última gira con Calexico. No podía más. Además Depedro comenzó a tirar. Mi carrera es muy larga, pero realmente empezó a irme bien en 2018, dos años antes de la pandemia. Siempre he sido un currante. Si no, no llegábamos a fin de mes”, me dice.

La mayoría de músicos son Billy Preston, no Paul McCartney.

***

Esa misma noche, la madre de Daniel, Anna, ríe de felicidad.

El día antes del concierto estamos en Fredericks, un bar-restaurante que a partir de los jueves deja hueco al jazz y a las big bands que pasan por Liverpool. (Big Bands, por cierto, sin contrabajo.) El local está abarrotado. Ella está en primera fila, de pie. Los abuelos de Daniel están sentados. La madre del músico lleva unas gafas de pasta de azafata del Un, Dos, Tres que le confieren un aire teatral. La mayor parte de los parroquianos son familiares de los músicos. En las mesas de la entrada cenan parejas jóvenes que tienen mucho que decirse, pero nada que escuchar.

Daniel, que durante los ensayos se muestra inseguro, ahora toca con precisión. Jairo está a mi lado. No se quería perder la actuación de su alumno. Escucha con atención. Entre canción y canción le pregunto por la presión que siente como músico. “Siempre tengo presión. Tengo una ambición artística sin límites. Me doy contra la pared, pero no me paro. Voy hasta el extremo. Nunca voy a hacer nada que no me toque emocionalmente. Puede que después de tocarla me digo: vaya, no he llegado donde quería. Y otras sí. Estoy acojonado con este disco. Nadie sabe qué va a pasar con él. Imagínate que lo supiera… Estuve el otro día en una charla que ofreció Bjorn [Ulvaeus, componente de ABBA]. ¿Sabías que cuando ya tenían listo Dancing Queen no quisieron sacar primero ese tema porque no sabían si iba a gustar?”, me responde.

¿No se alivia la presión con los años? ¿No se gana confianza con el producto final? “Yo sé lo que me gusta. Pero, ¿sabes qué pasa? No tengo perspectiva. Estoy muy cerca. Necesito verla desde lejos. Tocarla en un escenario. Ver la conexión emocional. Es una experiencia personal. Si no disfrutara con el proceso no lo haría. Ahora viene lo jodido”, dice.

el trompetista daniel edwards

Fernando Roi HEARST

***

Volvamos al concierto.

Llevamos ya dos temas.

Es sutil. Es un detalle pequeño. Acaban de tocar Coreografía, una orgía (contenida) de bongos ahora reconvertidos en metales. Jairo desliza la guitarra con soltura de piragüista sobre su costado derecho en un eterno gesto de músico para coger la botella que ha dejado en un taburete desvencijado, la coge despacio, tomándose su tiempo, bebe, también sin prisa, y suelta: “Ay, Dios Mío”. Se le ve feliz. Ese momento. Exactamente ese momento. Durante una semana de ensayos la canción nunca había sonado así. Sobre todo los metales, que sonaban siempre a un 60%. Y ahora es prácticamente perfecto. En ese momento entiendo por qué es más importante ‘ir’ que ‘llegar’. La satisfacción en el rostro de Jairo. El tocar sus canciones por primera vez en directo.

Dos semanas antes del viaje había hablado con Jairo por teléfono. “No quiero que se acabe”, me dijo. Despues del concierto vuelve a repetir lo mismo.

jairo zavala, en primer plano, junto a mariona aguilera, david marshall, daniel edwards y tim pike

Fernando Roi



Source link

Related Articles

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back to top button