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¿Ya tenías tripofobia o te la causó internet?


Hace poco más de una década nadie hablaba sobre la tripofobia. Había personas con miedo a las arañas, a las alturas, a los sitios cerrados… ¡hasta a los botones! Pero la fobia a los agujeros era totalmente desconocida. Sin embargo, poco a poco las redes sociales comenzaron a llenarse de imágenes de burbujas de jabón, panales y vainas de semillas de loto. Todas ellas parecían crearnos una incomodidad que, de repente, tenía incluso nombre: tripofobia.

A día de hoy hay bastante discusión entre científicos. Algunos opinan que, efectivamente, esta condición cumple los criterios para considerarse una fobia. Otros, en cambio, están en contra, pues piensan que no es más que un producto de internet. Ver todas esas imágenes nos impactó a todos, pero sugestionó especialmente a quienes de repente se autodenominan como tripofóbicos. Además, el hecho de que a veces se relacionasen con parásitos dentro de la piel de personas no ayudó nada.

Ahora, un estudio reciente señala que, posiblemente, hay una mezcla de ambas cuestiones. Puede que sí haya cierta aversión innata hacia los patrones formados por agujeros. Sin embargo, las redes sociales se encargaron de exacerbarla, hasta convertirla en tripofobia. 

El origen de la tripofobia

La tripofobia fue descrita por primera vez en la literatura científica en 2013, de la mano de dos psicólogos de la Universidad de Essex. Estos habían observado que algunas personas muestran síntomas similares a los de una fobia al ver imágenes caracterizadas por patrones en forma de agujeros. 

Sin embargo, lo de 2013 fue solo la primera descripción médica. Ocho años atrás ya se hablaba sobre la tripofobia en los foros de internet. Por eso, se pensó que pudiese haber cierta sugestión. Uno de aquellos dos psicólogos, Geoff Cole, es también uno de los autores de este último estudio, realizado por científicos de las Universidades de Essex y Suffolk. 

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Que a veces se asociasen a parásitos en la piel no ayudó a que la gente se sintiese bien. Crédito: Asanagi (Wikimedia COmmons)

En él han entrevistado a 238 personas con edades comprendidas entre los 19 y los 22 años. Las encuestas se dirigían a comprobar si sentían aversión hacia las imágenes con agujeros y si conocían el concepto de tripofobia. Algo llamativo es que un 25% de los que sentían esta aversión no habían oído hablar nunca de la tripofobia. Esto apuntaría a que su miedo, en realidad, era algo innato. En cambio, hasta el 64% reconocieron haberla descubierto en internet. 

¿Por qué hay tanto dilema?

La ciencia detrás de las fobias es muy compleja. Hay quien considera que solo pueden considerarse como tal si ha habido una situación que las ha provocado. Por ejemplo, si te ataca un perro cuando eres pequeño, puedes acabar desarrollando fobia a estos animales. A veces no es necesario que haya sido una vivencia propia. Las fobias se pueden contagiar. Si tu madre huye de los perros cada vez que los ve, quizás tú acabes entendiendo que son peligrosos y desarrolles una fobia también. 

En cambio, hay fobias que parecen innatas. Puedes tener miedo a las alturas sin que nunca hayas tenido una experiencia desagradable en un lugar alejado del suelo. Esto puede tener cierto componente evolutivo. Quizás aprendimos a temer las alturas para evitar accidentes. ¿Pero cómo puede explicarse la tripofobia?

Sería raro haber tenido una experiencia traumática con un montón de agujeros. Evolutivamente, tampoco parece que hayamos tenido que esquivar las pompas de jabón. Esta ausencia de explicación es la que ha llevado a algunos psicólogos a considerar que la tripofobia es un producto de internet más que una condición psicológica.

Ni siquiera se ponen de acuerdo con el porcentaje de la población que la padece. Algunos estudios apuntan a un 10%. Otros a un 17,6% y en medio hay muchísimos porcentajes diferentes. 



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