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evalúan si ciudad está preparada


Uno de los grandes problemas que ha tenido la seguridad de Bogotá es la falta de cupos para recluir a los delincuentes a los que se les aplica la ley cada día. A la fecha, las autoridades han reportado niveles de hacinamiento en centros carcelarios que superan el 150 por ciento y en estaciones de policía que van desde el 30 hasta el 300 por ciento.

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En varias oportunidades la Corte Constitucional les ha pedido a las entidades territoriales y al Inpec que tomen acciones para detener la crisis carcelaria, pero lo cierto es que el número de detenidos todos los días es mayor. En Bogotá se han hecho varias apuestas para descongestionar el sistema y que se pueda optimizar el espacio carcelario en la ciudad.

El programa de justicia restaurativa juvenil, la ley de seguridad ciudadana y la construcción de la segunda Cárcel Distrital son apuestas que han tenido varias administraciones de la capital y que le apuntan no solo a bajar los niveles de delincuencia, sino a mejorar las condiciones de las personas privadas de la libertad con el cumplimiento de penas efectivas que redunden en la resocialización del criminal y la erradicación del delito en las calles.

En ese camino, la embajada de Finlandia en Colombia le ha venido exponiendo a Bogotá el esquema de seguridad aplicado en las ciudades de ese país y que contempla cárceles sin rejas, transitorias, lugares de reclusión para trabajar y programas enfocados al bienestar del privado de la libertad.

¿Cuál es la propuesta?

La gran pregunta es: ¿tiene la capital de Colombia las capacidades para establecer un sistema carcelario de estas características? Las respuestas que dan analistas y expertos en seguridad es que la ciudad todavía no está preparada para un sistema así. No obstante, señalan que Bogotá sí ha venido avanzando hacia un modelo en el que las penas sean menos restrictivas y más restaurativas, tanto con la víctima como con el victimario

El Centro de Justicia Restaurativa Juvenil Campo Verde se inauguró en 2022.

Foto:Mauricio Moreno

Hugo Fernando Ardila, asesor en seguridad y defensa en la embajada de Finlandia en Colombia, le explicó a este diario que en el país nórdico existen dos tipos de prisiones: unas que son las tradicionales y otras en donde está el 30 por ciento de los privados de la libertad y que se caracteriza por un modelo innovador de prisiones abiertas.

Según esta explicación, el sistema de prisiones abiertas de Finlandia es un modelo penitenciario que se centra en la rehabilitación y reintegración de los reclusos a la sociedad. En este esquema, las cárceles no tienen rejas tradicionales y los presos tienen más libertad de movimiento y acceso a actividades que promueven su desarrollo personal y profesional.

“Los reclusos pueden trabajar, estudiar y participar en programas de rehabilitación productiva donde se les pagan salarios y por lo tanto impuestos, y en algunos casos, incluso pueden salir de la prisión para ir al trabajo o la escuela y recibir visitas”, explicó Ardila.

Los reclusos pueden trabajar, estudiar y participar en programas de rehabilitación productiva donde se les pagan salarios y por lo tanto impuestos, y en algunos casos, incluso pueden salir de la prisión para ir al trabajo o la escuela y recibir visitas

Aunque la propuesta de Finlandia es innovadora frente al sistema penal rígido de Colombia, lo cierto es que no es del todo desconocida para Bogotá. Hugo Acero, exsecretario de Seguridad de la capital, señaló que el esquema propuesto es parecido a lo que se viene impulsado como justicia restaurativa dentro del sistema penal juvenil desde la segunda administración de Enrique Peñalosa.

“Hasta el 2015 los jóvenes menores de edad que cometieron delitos estaban hacinados en El Redentor y el ICBF demandaba que se mejoraran las condiciones y las instalaciones para los jóvenes delincuentes (…). en Bogotá se diseñó un programa de justicia restaurativa que entablaba conversaciones con jueces para que no enviara a algunos jóvenes a las cárceles, sino que se los entregara al Distrito para incluirlos dentro de un programa, junto con sus familias, en el que se realizaban capacitaciones cinco días a la semana”, explicó Acero.

Y, según el analista, el éxito del programa fue tanto que se logró que el 95 por ciento de los jóvenes que ingresaban a este esquema por orden de un juez no reincidieran en ninguna conducta delictiva. En este programa, que sigue activo, también se incluye una etapa de acercamiento entre el joven victimario y su víctima o la familia de su víctima como parte de la restitución del delito que cometió.

La cárcel en Bogotá

El modelo de Bogotá se acerca más a la propuesta de Finlandia cuando se analiza el caso de la Cárcel Distrital, donde se hizo un plan piloto con 200 privados de la libertad a los que un juez les permitió salir de la cárcel y continuar con un proceso de resocialización amparado por el Distrito. “Ahí hay un ejemplo de que si se puede hacer con los jóvenes, también se puede hacer con los adultos y aplicar la sanción en libertad con una atención integral de la persona y su familia”, puntualizó.

Hay que aclarar que, al igual que en Finlandia, el proceso aquí en Bogotá no es para todos los delincuentes ni para todas las tipologías delictivas, pues, como lo explican analistas, hay delitos que sí requieren la privación de la libertad, como el homicidio, por ejemplo.

Por su lado, Andrés Nieto, analista y exsubsecretario de Seguridad, dice que para poder analizar la viabilidad de una cárcel abierta en Bogotá es necesario tener en cuenta un par de variables.

No es lo mismo reincidir allá que en un país de nuestro lado donde prácticamente no importa

La primera de ellas, dice, es que hay que revisar el contexto y las particularidades de países como Finlandia. Según el experto, hay un punto clave que diferencia a los países latinoamericanos de los nórdicos y es la gravedad que tiene la reincidencia delictiva. “No es lo mismo reincidir allá que en un país de nuestro lado donde prácticamente no importa”. Y es justamente esta débil concepción de la reincidencia la que afecta el ciclo penitenciario, pues evita que se puedan descongestionar los centros penitenciarios.

En segundo lugar, la traducción al castellano del concepto ‘cárcel abierta’. Según esta visión, la cárcel abierta no correspondería a un edificio en medio de la vía pública con libertad de ingreso y salida, sino más bien a centros de reclusión como “campus universitarios”, donde los privados de la libertad puedan tener acceso a amplios espacios y no están encerrados todo el tiempo en una celda.

“Son espacios diferentes a los tradicionales, donde los privados de la libertad pueden ir a los espacios deportivos o a las aulas de formación técnica y laboral sin necesidad de un permiso (…), este modelo busca incentivar la autorregulación y hacer un acompañamiento psicosocial para la reintegración de la persona a la sociedad una vez cumpla su pena”, explicó Nieto.

Ahora bien, otro de los puntos clave dentro del análisis es que estos espacios solo estarían disponibles para las personas que cometieron algún delito menor. Tal cual pasa en Finlandia, donde las cárceles tradiciones son para los delincuentes de mayor peligrosidad y las abiertas, para quienes tienen procesos de menor gravedad.

Siguiendo esa línea, Hugo Acero plantea la posibilidad de adoptar un esquema aún más arriesgado e innovador. El exsecretario señala que se debería considerar la creación de un esquema de prisiones de fin de semana en la que el que las personas cobijadas con una medida restrictiva puedan trabajar de lunes a viernes e internarse los fines de semana en centros penitenciarios donde recibirán atención psicosocial y cumplirán con horas de formación y trabajo social.

Para ejemplificar esta propuesta, Acero habla de las personas que son condenadas por inasistencia alimentaria y son enviadas a la cárcel por un juez. “Estas personas son puestas en prisión porque no pagan 300.000 o 400.000 pesos de la mesada a sus hijos, y tenerlos en una cárcel cada mes cuesta en promedio dos millones de pesos (…); en esa media es mucho más efectivo y rentable para el sistema tenerlos trabajando para que paguen sus deudas y que luego le paguen a la sociedad los fines de semana con trabajo social”.

Finalmente, el asesor de la embajada de Finlandia señaló que es importante tener en cuenta que la aplicación de este modelo requeriría adaptaciones a las condiciones locales y un compromiso con la inversión en programas de rehabilitación y apoyo posliberación para asegurar su éxito. Además, sería esencial una colaboración entre el Gobierno, el sistema judicial y las organizaciones de la sociedad civil para crear un entorno propicio que fomente la reinserción social de los reclusos.

Justicia Restaurativa Juvenil

Bogotá es la única ciudad de Colombia que cuenta con un Programa de Justicia Juvenil Restaurativa, una estrategia de la Secretaría de Seguridad, Convivencia y Justicia de la Alcaldía Mayor de Bogotá. Esta ha sido ideada para procurar que jóvenes que ingresan al Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes por verse inmersos en diferentes tipos de delito resuelvan el conflicto generado con su actuar delictivo mediante un proceso que, además de brindar atención a las víctimas, busca que los adolescentes victimarios sean conscientes de sus conductas y reparen a sus víctimas con acciones sociales.

JONATHAN TORO ROMERO

REDACCIÓN BOGOTÁ

 ToroRomeroJ-BogotaET

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