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son más de 8.300 al mes y proponen cobro diferencial de impuestos


Weiand se define así mismo como un nómada digital, el cual –gracias a la digitalización de su trabajo tras la pandemia–, decidió viajar por el mundo a la vez que sigue cumpliendo sus obligaciones laborales sin que una cosa interfiera con la otra.

“Como quería aprender a español, me vine para Colombia hace como dos años. Estuve en Bogotá y luego me vine a Medellín. Estando acá decidí quedarme trabajando, así que tramité mis documentos… ¡y acá estoy!”, añadió en un español casi perfecto.

Para él, lo mejor de ser nómada digital es contar con la libertar de manejar su tiempo a su antojo y de compartir con otras personas a la vez que labora. “No me gusta trabajar desde casa o desde una oficina. ¡Para mí es terrible! Entonces prefiero venir a los ‘coworkings’ donde trabajo, conozco gente maravillosa y hasta perfecciono mi español”, apuntó.

Al igual que Yannick, cerca de 8.300 nómadas digitales llegan cada mes a Medellín, según un estudio de la firma especializada Breakthrough. El arribo de estas personas –que en promedio gastan hasta 15 veces más que un turista extranjero tradicional– se convirtió en un aspecto relevante para Medellín por sus impactos económicos y sociales tanto positivos como negativos.

¿Qué es un nómada digital?

Según Laura Pedraza, community manager de Quokka Coworking, un nómada digital es una persona cuya edad oscila entre los 25 y los 35 años, que puede trabajar desde cualquier parte del mundo gracias al internet y que encima no tiene un horario fijo ya que su vínculo laboral se mide por objetivos o tareas asignadas.

“Es decir, ellos pueden realizar su trabajo en una parte del día y dedicar el resto de la jornada a otras actividades propias como pasear, rumbear o tomar una clase que les guste”, añadió.

Para Pedraza, el nomadismo digital en el país data de finales de los años 90 e inicio de los 2000 con la llegada de grandes referentes como la empresa WeWork. Sin embargo, tras la pandemia y la masificación del teletrabajo, el nomadismo digital ha gozado de una popularidad que ha hecho que más personas en el mundo se enganchen a esta forma de trabajo.

En Medellín, la llegada de los nómadas digitales se podría decir que se dio de manera accidental. Pues a raíz del boom turístico de la capital antioqueña, su popularidad entre estos creció hasta el punto que muchos decidieron convertirla en su “oficina”.

Ahí aparecen los coworkings, espacios con todas las comodidades que los nómadas pueden arrendar por horas o incluso meses en los cuales los teletrabajadores –o incluso hasta pequeñas empresas– desarrollan sus actividades sin tener que quedar anclados a una sede de sus compañías.

Pedraza apuntó que, según su experiencia en Quokka, un coworking alberga cada día hasta siete nómadas digitales extranjeros que alquilan los espacios y se enganchan a sus trabajos de forma remota un máximo de seis horas al día. “Ellos rara vez se quedan todo el día trabajando. Simplemente realizan las labores asignadas para ese día y ya”, añadió.

Retos y advertencias

Sin embargo, la llegada de los nómadas digitales –así como la bonanza que sus recursos traen a la ciudad– no está exenta de retos y advertencias. Así lo señala una investigación de la Universidad de Medellín, que le pone la lupa a este flujo migratorio-laboral desde enero de 2023.

Uno de los retos –aparte de la brecha tecnológica que hay con el primer mundo– es que muchos jefes y empresarios todavía son reacios a que sus trabajadores laboren por fuera de la organización o sin un horario establecido, lo que limita la inclusión de nómadas digitales “criollos” a esta tendencia mundial.

“El nómada digital generalmente no tiene un contrato laboral con las empresas sino que manejan sobre todo la prestación de servicios. Sin embargo en el país, al primar otras formas de vinculación, los jóvenes contratados tienen más complicaciones para poder efectuar el nomadismo digital”, apuntó Liliana Franco, docente investigadora de la Facultad de Ciencias Económicas de la U. de M.

Otra advertencia que hizo la profesora Franco tiene que ver con el impacto que los nómadas digitales, con su mayor disposición de recursos económicos, tienen en aspectos como el aumento del valor de ciertos servicios o incluso la masificación de un turismo no planeado. Asuntos que los expertos incluyen en los síntomas de una sociedad gentrificada.

“Medellín es un paraíso, y por eso es atractivísimo para los turistas, entre ellos los nómadas digitales. De hecho, la ciudad es el segundo destino turístico en el mundo para estos trabajadores. Por eso, a raíz de que ganan mucho más dinero que los locales, estos podrían incidir en el costo de los arrendamientos donde se queden”, apuntó.

Un tercer asunto sobre el que la docente hizo hincapié es en los tributos que pagan estos viajeros, que en comparación con sus países de origen, serían muchísimos menores. Hay que tener en cuenta que, aparte del visado especial para nómadas digitales y el pago del IVA, a estos viajeros no se les exigen otras contraprestaciones para desarrollar su actividad en el país.

Al planteársele a la docente la viabilidad de un cobro diferencial para nómadas digitales o incluso un pago de una “ARL” temporal mientras están en la ciudad realizando sus labores, Franco señaló que tras ahondar en la conclusiones del estudio esto podría ser un escenario viable.

Pero no todo son advertencias, para la profesora Franco este fenómeno tiene aspectos positivos para la ciudad: “Nos vamos a mostrar como un destino distinto, la gente va a venir a aprovechar otros espacios turísticos; y además el desarrollo de modelos de negocios alrededor del nomadismo digital –como son los coworkings– serán una oportunidad económica interesante”, puntualizó.





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