Tecnologia

Enviar una foto por Instagram equivale al gasto de cuatro bombillas durante 24 horas


El catedrático de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial trabaja en un proyecto para internacional para ‘leer’ el cerebro. “Hay una compañía telefónica muy importante que quiere lograr que en menos de 10 años encendamos y apaguemos el teléfono con la mente”, asegura

Humberto Bustince (Ujué, 1958) es catedrático de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial (IA) en la Universidad Pública de Navarra. Lleva toda la vida estudiando el fascinante triángulo entre ciencia numérica, cerebro y máquinas, y es un experto en el campo de la lógica difusa. Actualmente trabaja en un proyecto internacional para conectar la mente con los objetos. A diferencia del gurú Elon Musk, sin necesidad de implantar chips. Def

Humberto Bustince (Ujué, 1958) es catedrático de Ciencia de la Computación e Inteligencia Artificial (IA) en la Universidad Pública de Navarra. Lleva toda la vida estudiando el fascinante triángulo entre ciencia numérica, cerebro y máquinas, y es un experto en el campo de la lógica difusa. Actualmente trabaja en un proyecto internacional para conectar la mente con los objetos. A diferencia del gurú Elon Musk, sin necesidad de implantar chips. Defiende que el español Ramón y Cajal fue el precursor de la IA con sus investigaciones de las redes neuronales.

¿Algún día la IA le hará esta entrevista?
Pienso que sí. Habrá un diálogo con una máquina e incluso se podrá hablar con ella sobre IA. Antes del 1 de diciembre de 2022 hubiera dicho que no, pero se ha roto la barrera del test de Turing y podremos hablar con una máquina sin saber exactamente si es una máquina o una persona. Aunque todavía queda algo de tiempo, habrá sistemas entrenados para hacer entrevistas. Otra cosa es de dónde saquen los datos o si habrá sesgos en el sistema.
¿Qué pasó ese 1 de diciembre de 2022?
La empresa Open IA puso en el mercado ChatGPT-3.5, que genera diálogos entre la máquina y la persona sólo con texto. La máquina aprende a dialogar. Luego, a mediados de marzo de 2023, se empezó a incluir texto e imágenes. Y en mayo se introdujo el diálogo con voz. La evolución ha sido tremenda.

¿Y su trabajo? ¿Lo podrá hacer la IA? ¿Podrá una máquina diseñarse a sí misma?
No sé si podrán diseñarse a sí mismas pero ya son capaces de generar algoritmos y aprender de otros algoritmos. Se estima que el cerebro humano tiene alrededor de 90.000 millones de neuronas y que realiza 100 billones de conexiones neuronales. ChatGPT utiliza 175.000 millones de conexiones y en EEUU ya se están entrenando sistemas que empiezan a usar grandes conexiones: de uno, dos o cinco billones. El punto singular de la IA es alcanzar al ser humano.
¿Se llegará?
Bueno, hay un asunto del que no se habla mucho: el gasto energético y de agua es tan sumamente grande que no sé si se podrá construir un cerebro similar al nuestro. Por ese motivo empresas como Amazon ya están poniendo sus centros de datos al lado de centrales nucleares, como hará en Pensilvania. Estos sistemas necesitan usar muchos datos y tienen que estar refrigerados porque se calientan mucho. Google está en negociaciones con Noruega para poner en zonas frías sus centros de cálculo…

¿Entonces la energía es hoy la gran barrera?
Es que cuando usamos estas técnicas no somos conscientes de su consumo energético. Enviar una foto por Instagram equivale al consumo de cuatro bombillas durante 24 horas. Generar vía ChatGPT una obra de arte, al de una familia media de EEUU… No es gratis, conlleva un consumo de energía y agua muy grande. Son cantidades ingentes de datos en máquinas que se calientan mucho.
Pues habrá que preguntarle a la IA qué podemos hacer para mejorarlo…
(Se ríe) Nos dirá que desarrollar nuevas fuentes de energía… Es un problemón. Socialmente no hay conciencia de ese gasto energético.
¿Qué usos de la IA veremos para el gran público en los próximos años?
Asistentes como Alexa o Siri serán capaces de mantener un diálogo, proponerte unas vacaciones en función de tus gustos… Viene una revolución absoluta en ese tipo de herramientas. Para el personal de administración será de gran ayuda: hará resúmenes, traducciones en tiempo real… Ahí va a arrasar. También será útil, por ejemplo, en el mundo de las leyes. Un juez podrá pedirle un estudio sobre sus propios patrones de actuación en otras causas…
¿Y para la ciencia o la medicina?
También, claro. Ya se está creando un chat con todo el conocimiento científico. Y en medicina se avanzará en la radioterapia adaptativa, se verá cómo evoluciona un tumor en tiempo real y en tres dimensiones y la máquina ayudará al médico, no sustituyéndolo pero sí ayudando con el tratamiento. Cuando haya estudios genéticos de cada persona iremos a una consulta donde se conocerá nuestro perfil, nuestras características genéticas, nuestra forma de vida. Los tratamientos serán individualizados. Esto lo quiere implantar Europa en 2030, aunque hay que hacer un desarrollo correcto de las leyes. Hay una pérdida de privacidad y hay que analizar si compensa.

Abre usted el ineludible debate de los riesgos…
Sí, la pérdida de privacidad da miedo… Ya hay baldosas con sensores que detectan qué partes de la casa se emplean más. Estamos llegando a esos niveles. Y sin querer damos consentimiento de forma muy rápida, sin tener claro lo que hay detrás.
¿Y qué hay de la eliminación de empleos?
No estoy muy de acuerdo con eso. Va a cambiar el tipo de trabajo y vamos a tener que formarnos en otras técnicas pero va a simplificar mucho algunas tareas pesadas y va a quitar de encima trabajo repetitivo. Como hoy ya entendemos que el inglés es necesario, habrá que entender que estás técnicas lo serán.
¿Y del sesgo en los datos, los famosos bulos?
Pues mire, precisamente España es una potencia en el estudio de los datos con incertidumbre, lo que se llama la lógica difusa. La lógica difusa se basa en el hecho de que entre la verdad y la falsedad hay una gama de posibilidades. Esos datos con incertidumbre se trabajan con la técnica de la lógica difusa y España lidera el campo teórico. Ahora se aplica en la IA. El 90% de nuestro razonamiento es aproximado, decimos que un tomate está maduro porque está rojo, no por un dato exacto. Cuando tenemos calor no decimos «estamos a 38 grados», decimos «hace calor». Esto se utiliza para que aprendan las máquinas.

“El gran obstáculo de la IA es el consumo energético. Enviar una foto por Instagram equivale al gasto de cuatro bombillas durante 24 horas”

¿Por qué España no está liderando la IA?
Porque no controlamos los grandes servidores de datos. Somos muy buenos a nivel teórico, pero hemos perdido capacidad de acceso a los datos.

¿Da por hecho que todos usaremos la IA?
Es que ya lo hacemos. Ya hay coches con luces inteligentes, electrodomésticos eficientes, aviones que vuelan de forma casi automática. La IA está ya en nuestras vidas y viene mucho más. Va a ser una gran revolución.
¿Suplantará a las relaciones personales?
Es terrible que haya gente colgada de los móviles, pendiente de lo que los algoritmos le envían… Aunque personalmente creo que no se suplantarán, al menos no de forma general. Y además espero no sea así.
¿Por qué el algoritmo refuerza lo que ya piensa la gente?
Por los sesgos de datos y por sesgos inducidos. La ley europea se sigue quedando corta. El problema es que la teoría está yendo detrás de la tecnología, de la máquina, generada por entidades privadas antes de las regulaciones. Eso es un error.
Usted participa en un proyecto para ‘leer’ el cerebro. ¿En qué consiste?
Mi grupo de investigación se ocupa de tomar información y adaptarla de tal forma que la máquina tome una decisión simulando el cerebro humano. Presentamos un método en Nápoles y se acercó un grupo de científicos de Sidney. Nos propusieron trabajar en el cerebro computacional. Cuando vimos el alcance que tenía para poder comunicarse con personas que no pueden hablar, pacientes de ictus, por ejemplo, decidimos trabajar con ellos. Su experimento consistía en poner un electroencefalograma en el cuero cabelludo de esas personas, sin técnicas invasivas, y pedir que movieran la mano derecha, la izquierda, etc. Registraban las señales emitidas por el cerebro y de cada persona extraíamos luego los patrones generados. Con esa información experimentamos con otras personas, les decíamos que sólo pensaran en mover una mano determinada y usando los patrones acertábamos lo que pensaban. En dos años pasamos del 64% al 92% de acierto. Actualmente estamos en el 94%. Hay una compañía telefónica muy importante que quiere lograr que en 8 o 10 años encendamos y apaguemos el teléfono con la mente.

¿Y su método no es invasivo?
No es invasivo, es vía electroencefalograma. Simultáneamente empezamos un trabajo específico para una sola persona, poniendo un exoesqueleto, un guante que mueve la mano. Y el objetivo fundamental es saber qué partes del cerebro están dañadas para que personas con daño cerebral muevan músculos que no podía mover. Así se ha logrado que una persona con deficiencia pueda escribir 14 letras en un minuto en un ordenador. Al no ser una técnica invasiva hay ruido externo, y ahí entra en escena la lógica difusa, nuestra ciencia teórica, en la que los investigadores españoles somos punteros.
¿Es distinto a lo que hace la empresa Neuralink de Elon Musk?
Sí. Ellos ponen un chip, hay una invasión en el cerebro y la pregunta es saber si pueden recoger más información de la necesaria. Las señales son mejores que las nuestras, no hay incertidumbre, pero plantea problemas de todo tipo, es un asunto distinto. Y luego está el problema del transhumanismo, conectar el cerebro a una máquina, ser capaces de coger lo que hay y pasarlo a una máquina. El problema es saber qué pasará cuando la persona muera… Aunque sigo pensando que se mezcla mucho la ciencia ficción, a día de hoy no se puede.

¿Nos hará más felices la IA?
Nos dejará tiempo libre para ser más felices.
Países como Arabia Saudí fichan a científicos españoles a golpe de talonario. ¿Qué opina?
Yo trabajo con muchos científicos extranjeros. En 2018 me propusieron trabajar con investigadores de una universidad de Arabia Saudí. Hubo una colaboración con un contrato entre mi universidad y la universidad árabe. El dinero llegó vía contrato a mi universidad. Los trabajos se hicieron perfectamente y fue una gran experiencia. Yo sé que los derechos humanos allí están muy cuestionados pero yo trabajé con personas, no con entidades. Sé lo que pasa en ese país, una cosa es colaborar con investigadores y otra ir a vivir allí o estar de acuerdo. Yo no me he lucrado para nada. El dinero se usó sólo para investigar y según dispuso la universidad.



Source link

Related Articles

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Back to top button