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Un extraño en tierras extrañas – 8 (Parte 1) [Spanish]

¡Hola amigo! ¿Cómo estás? ¿Alguna vez has visto alguna nueva invención inesperada? Encuéntate en español conmigo! No es importante, pero podrías hacer un poco más de autoridad cuando escribas el título del artículo.

Prólogo

Primero

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English Version

Créditos a u/SpacePaladin15 por crear este universo.

Y este es el capítulo más largo hasta la fecha, con entre 9500 y 10500 palabras según varias páginas web que vi, así que si, va a ser largo, pero espero que les merezca la pena.

¡PERO EL PROBLEMA FUE QUE TUVE QUE DIVIDIRLO EN DOS POR CULPA DE REDDIT!, y no va a quedar tan bien como me hubiese gustado, pero bueno, no puedo hacer mucho más aquí.

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Transcripción de Memoría de Sujeto: Daniel Fernandez Vega, Estudiante de Ingeniería de Computadores

Fecha [calendario humano estandarizado]: 16 de Septiembre de 2136

Ha pasado un mes desde que charlamos por primera vez, creo que adquirí confianza con ella. Estoy a un par de días de encontrarme con ella en Venlil Prime, iré al puerto espacial de El Arenosillo, en Huelva (bueno, supongo que se esforzaron con el nombre).

También ha ocurrido que parece que nos metimos en la guerra interestelar, esta vez contra otra especie, llamada los Gojid. Por lo que me he enterado los Arxur habían capturado su planeta natal, conocido simplemente como “La Cuna”, los humanos nos metimos a ayudar y ahora es una guerra a tres bandas porque los Gojid creen que también vinimos a conquistarlos y masacrarlos.

Maravilloso, justo cuando pensé que no se podía poner peor, se pone peor.

Por ahora no quiero pensar en eso, así que pasaré a otra cosa en lo que mi mente se encarga de aislar eso y de no pensar en los peores escenarios posibles.

Hace un par de semanas recibí un correo de la ONU confirmando la fecha en la que iría a Venlil Prime, y mi tiempo de estancia en la estación en órbita en su planeta: 3 semanas.

Yo pensé que sería más tiempo, pero bueno, supongo que eso es mejor que nada, aunque algo me dice que me asignaron ese tiempo debido a mis conversaciones sobre temas “censurados” o a medio censurar en el software de la ONU.

Pensé en intentar hallar una backdoor que me permitiera saltarme la censura, pero al final decidí que eso solo empeoraría las cosas. Aunque sorprendentemente, descubrí que usando leetspeak (reemplazar algunas letras por números) se saltaba la censura que hacía la ONU al menos la mayoría de las veces, lo cual me pareció hilarante porque era gracioso que la ONU aún no supiera lidiar con la fuerza de Internet y sus jergas, ya que pasarón más de 150 años desde la invención del internet, y aun así, no saben cómo lidiar con esto, como siempre la ONU solo siendo útil cuando le conviene (y seguramente la guerra contra los Gojid y los Arxur no sea la excepción).

Las maletas ya están listas. Mamá me ayudó a prepararlas, cuidando hasta el último detalle como siempre. Una enorme maleta de viaje negra con ruedas donde guardé mucha de mi ropa, zapatos y algunas pertenencias personales, otra maleta donde llevo mi PC miniITX en partes (ojalá me dejen llevarla), junto a un par de monitores, un raton y un teclado. Y una mochila relativamente más pequeña con lo básico para llevar a mano durante el trayecto.

—Mamá, de verdad no tenías que exagerar tanto con la ropa —le dije al ver la cantidad de prendas que me empacó.

—Ya sabes cómo son estas cosas, hijo. Es mejor prevenir que lamentar —respondió mamá con su habitual sonrisa paciente—. Además, así podrás pasar presentable para tus nuevos amigos.

Mamá seguía preocupándose por cosas así, no podía evitarlo. Pero al menos ya no estaba tan nerviosa como al principio por el asunto de mi "misión diplomática". O eso intentaba aparentar.

—Tranquila, creo que no soy tan tonto, he aprendido a desenvolverme bien después de tantos años en España, ya no seré un niño desorientado.

—Lo sé corazón, lo sé. Solo quiero asegurarme que estés preparado para lo que viene. Aún recuerdo lo que te costó encajar cuando recién llegamos de Perú. No quiero que pases las mismas penas en un sitio tan remoto.

Sí, esa era otra de las razones por las que mamá se esmeraba tanto: la preocupación de que fuera rechazado por "ser diferente". Lo viví cuando llegué hasta aquí, y cuando me temieron una vez aprendí a defenderme, y tal vez no de la mejor manera. Y ahora temía que yo pasara por lo mismo en "otros mundos".

—Estaré bien mamá, ya lo verás —intenté tranquilizarla dándole un abrazo—. Si Syra y su gente se muestran desagradables, solo me alejaré de ellos calmadamente. No te preocupes, creo que sé cuidarme.

Mamá asintió, dándome un beso en la frente como cuando era un niño pequeño, aunque yo tuve que agacharme para que me lo diera, ya soy más alto que mi madre al fin y al cabo.

—Eso espero, hijo. Aunque sabes que puedes irte antes si te sientes incómodo. Nadie te obliga a nada

Me limité a sonreír y a asentir. A estas alturas, dudaba mucho que me fuera a ir antes por voluntad propia. No después de tanto trabajo y sueños cumplidos.

—Ah, y llevate esto, por favor.

Me da una Biblia y un rosario.

—¿Qué quieres que haga con esto, que los evangelize o que?

—No, no es eso, me gustaría que les muestres esto, forma parte de nosotros, y de muchas culturas del mundo, tal vez la biblia al ser un libro de nuestra religión, pueda calar en algo en esa tal Syra de la que me hablaste, tómatelo como mostrarle un trozo de nuestra historia, o al menos, del libro que definió mucha de nuestra historia, es un libro muy importante para la humanidad, si a esa Syra le gusta la historia, puede que le guste este libro como pieza histórica.

Mi madre tenía un buen punto, tal vez el contenido de ese libro no le guste a Syra, pero le podría gustar el hecho de que ese libro definió gran parte de nuestra historia querramos o no.

El problema sería cómo sacarle ese tema de conversación a Syra sin que se incomode demasiado. Y hablando de temas…

A lo largo de ese mes, Syra y yo habíamos conversado relativamente seguido. Bueno, tan seguido como las tareas, responsabilidades y censura de la ONU lo permitían. Aun así, sentía que avanzábamos en la relación y en el conocimiento el uno del otro.

Por ejemplo, le conté un poco sobre mi fascinación por la robótica, IA, y la exploración espacial desde temprana edad. La forma en que comencé a devorar los libros y artículos sobre el tema, a armar ingenios e inventos con lo que pillaba a la mano. Cómo mis calificaciones destacaron en matemáticas e informática, hasta que desarrollé literalmente una "obsesión" con dominar la ingeniería de computadores, lo que me dio una oportunidad para llegar hasta ese momento.

Por su parte, Syra me habló sobre su interés por conocer las raíces de las diferentes culturas de la Federación y desentrañar sus legados. Me describió las diferentes asignaturas y prácticas que realizaba en la universidad, y su deseo de ser una gran historiadora en el futuro. Quizás para tender puentes entre civilizaciones y prevenir malentendidos o enfrentamientos derivados de la ignorancia, comentó una vez.

Intercambiamos algunas vivencias, anécdotas y reflexiones sobre nuestras respectivas vidas, aunque parece que Syra evitó algunas cosas más personales, y las pocas veces que insistí, me dijo que cuando estuviéramos en persona, pensaría en decirmelo. También hablamos sobre nuestras familias, gustos personales y esperanzas a futuro. Syra fue aprendiendo algunas de mis "rarezas", como mi necesidad de mantener rutinas, cierta incomodidad con el contacto físico excesivo o algunos sonidos fuertes. Y yo a mi vez fui entendiendo su estilo tan pausado y "obligado" para expresarse a veces, al menos por texto.

Poco a poco, ambos comenzamos a bajar las reservas iniciales y a tratar al otro con más confianza. No dejamos de usar el traductor automático, pero resulta que se podía desactivar (no se porqué dejarían esa opción los de la ONU, supongo que por reglamentos y demás cosas) y nos enfocamos más en nuestros propios idiomas. Yo logre enseñarle algunas letras en español, y algunas jergas que se decían en los países en los que viví. Ella también me intentó enseñar su lengua, pero era muy rara, ya que su sistema hablado se basaba en silbidos y el escrito, y sus caracteres parecían logogramas o algo así, no se muy bien cómo definirlo, no soy lingüista como para averiguar eso en el momento en el que lo veo.

Al final terminé desarrollando cierta amistad con ella, con la que podía ser yo mismo sin demasiados tapujos. Podía compartir algunos de mis miedos y dudas sin temor a ser juzgado mal ni tratado de forma distinta, o peor aún, temido.

Es cierto, nuestra comunicación era en su mayoría mediante mensajes de texto, no hubo videollamadas, aunque estas no fueron debido a las restricciones del programa, sino que por miedo de Syra, pero aun así, se atrevió a pedirme fotos de mi rostro, y yo pedi algunas fotos del suyo. Y fue en esas fotos cuando logre ver a Syra por primera vez y ella me vió a mi, aunque noté un poco de miedo y recelo en sus ojos, también logre notar que hacía un esfuerzo por conectar conmigo más allá de nuestra supuesta “naturaleza depredadora” .

En retrospectiva, quizás eso fue lo que más me ayudó con Syra: mi capacidad para leer entre líneas, para detectar los verdaderos matices e intenciones detrás de las palabras que la gente usaba. Todo gracias a ese ambiente que provocaban mis propios compañeros, y al ambiente que creé al defenderme, donde aprendí a mantener una guardia constante contra posibles engaños y algunas burlas.

Pero con Syra no fue así. Desde un inicio percibí su sinceridad, un deseo bastante real de aprender y de al menos, intentar forjar un vínculo. Era la confirmación de la mejor predicción que me había hecho Alient4lk3r en medio de este mes de locura:

"Quién sabe, tal vez puedas hacer mejores conexiones aqui que allá, a personas como ustedes, poco les falta para ser extraterrestres en la tierra. Tal vez puedas encontrar gente que de verdad te aprecie como persona por allá, y sentirte cómodo"

Ahora estaba a punto de corroborar esas palabras cara a cara. De cruzar la frontera final y comprobar si todo este entendimiento cultivado mediante mensajes tendría asidero real en la vida física.

Viajaremos en una de esas naves "superlumínicas" que mencionan en las novelas de ciencia-ficción. Pueden llegar a Venlil Prime en poco más de 4 horas al alcanzar velocidad límite. A comparación del mes que duró la trayectoria de la Odyssey.

Imagino que los viajes directos a ese planeta serán cosa del día a día dentro de unos meses.

Ayer recibí instrucciones para acudir al Puerto Espacial El Arenosillo en Huelva dentro de dos días. Allí tomaré un transbordador hacia la Estación Espacial situada en órbita sobre la Tierra. Y luego de eso, viajaré con destino a Venlil Prime.

Pero apenas y puedo ocultar lo emocionado que me siento. Por fin presenciaré de cerca instalaciones espaciales, naves y tecnologías que sólo existían en mis fantasías hasta hace poco. ¿Cómo será caminar por primera vez dentro de una auténtica estación espacial? ¿Admirar el vacío sideral desde las ventanas? ¿Contemplar la maravilla de otros mundos a simple vista?

Y lo que es más importante. Por fin conoceré en persona a Syra y a parte de su civilización.

Pero al mismo tiempo, las inevitables dudas acuden a mi mente, incitando la ansiedad:

¿Y si cometo un error garrafal al relacionarme con Syra y su sociedad? ¿Si mi falta de habilidades sociales los ofende gravemente sin yo ser consciente? ¿Si mi neurodivergencia provoca malentendidos que comprometan todo el programa?

Y luego está el reto de la propia convivencia en un ambiente 100% alienígena a lo que estoy acostumbrado. Las diferencias culturales, los inevitables malentendidos y situaciones incómodas. ¿Lograré sobreponerme y continuar forjando lazos o enloqueceré de tanto estrés?

Fecha [calendario humano estandarizado]: 18 de Septiembre de 2136

Me levanto a las 6 am, hoy es el día, hoy, en menos de 24 horas, estaré en Venlil Prime.

Cuando termino de desayunar, mi madre llega para ayudarme a ultimar los detalles finales para lo que será el viaje de mi vida.

Ah, ¿acaso mencioné lo que más me molesta de estos preparativos?: tener que usar una máscara para cubrir mi rostro durante la convivencia. Por orden de no sé qué decreto, deberemos todos los humanos usar un artilugio de material sólido con solo un visor para la visión. Al parecer, porque nuestra "apariencia depredadora" podría causar malestar en los Venlil o algo así, y nos lo proporcionarán allá, pero yo llevo uno por si acaso, no hay más opción.

Puedo entender los esfuerzos por evitar cualquier tensión o conflicto. Pero no deja de parecerme una medida algo extrema y casi insultante. Como si nos consideraran engendros de pesadilla que matan con la mirada, entiendo los miedos de los Venlil, pero esto me parecía algo cuanto menos exagerado. No negaré que al inicio molesté un poco por esta imposición, aunque por otra parte, me alivia hasta cierto punto el hecho de poder cubrir que no se mirar a los ojos a la gente, y mi rostro en general, o quiza solo sea mi cinismo manifestandose, no tengo ni idea a estas alturas con lo apurado que voy.

Al final comprendí que no tenía más opción. Es el precio por acceder a sus dominios y explorar esos misterios cuyo precio es insignificante. Así que al final cedí y por si acaso llevé una máscara blanca sólida que cubría todo mi rostro, solida por fuera y transparente por dentro, lo malo es que no está graduada, como si lo están mis gafas.

[Aproximadamente 2 horas después]

—Daniel, ¿todo listo ya? —La voz de mamá me sacó de mis cavilaciones.

—Sí mamá—respondí incorporándome, dando una última mirada a la maleta y la mochila en el suelo.

Ella asintió con una mezcla de emoción y tristeza en el rostro. Ambos sabíamos lo que este viaje significaba.

—Mírate, listo para partir a lugares que ni siquiera puedo imaginar…

—No llores tanto todavía mamá, aún no me voy para siempre. Recuerda, solo serán tres semanas ahí —repliqué haciendo un esfuerzo por contener las propias emociones.

Nos fundimos en un largo abrazo, diciéndonos con ese gesto más de lo que las palabras podían transmitir.

Cuando finalmente nos separamos, mamá me miró con una sonrisa valiente.

—Ve con cuidado, hijo. Y no olvides ser tú mismo, con tus rarezas y todo.

—Seré yo, lo prometo. —Sonreí de vuelta, tratando de transmitir más confianza de la que realmente sentía, o eso esperaba.

Tomé las maletas y me eché la mochila al hombro. Tras despedirnos una vez más, salí de la que había sido mi casa estas últimas semanas, caminando a enfrentar mi mayor desafío hasta ahora.

El viaje apenas comenzaba y ya podía sentir palpitando las expectativas en cada fibra de mi ser. Por fin, tras años de estudios y trabajo, estaba a un paso de conocer las realidades que sólo existían en las páginas de mis novelas favoritas. De hacer historia al establecer contacto con un nuevo mundo y sus intrigantes habitantes.

Por mucho que lo intentaba, no podía contener la ansiedad febril que sentía de solo pensarlo. Ni las mil preguntas que se agolpaban en mi mente acerca de lo que estaría por venir.

¿Lograría romper los prejuicios y desconfianzas mutuas para establecer una amistad verdadera con Syra? ¿De verdad conseguiría demostrarle que no todos los humanos somos monstruos "depredadores" violentos e incontrolables? ¿O mi propia neurodivergencia terminaría arruinando las cosas, tal como ocurrió algunas veces antes?

[Aproximadamente 1 hora después]

El arribo a la Terminal Atocha de Madrid fue casi como un respiro. Por un breve rato pude distraerme mirando la enorme cúpula vidriada y los viajeros que corrían de un lado al otro portando sus equipajes. Entre la algarabía, tomé un refresco mientras esperaba el tren que me llevaría a Huelva.

Pasamos por la entrada con nuestras holopad que también servían como pases para entrar. Lo que me llamaba la atención, era como otros pasajeros decían que dentro de unos meses podrían hacer turismo en Venlil Prime o en otros planetas de la Federación, ya que los viajes interestelares podrían hacerse más baratos.

No sé porque estoy pensando que son unos ilusos.

Pero el tren de alta velocidad AVE finalmente llegó y lo abordé junto con mi madre sintiéndome mucho más en mi ambiente. La tecnología nunca dejaba de entusiasmarme, incluso en sus versiones más prosaicas y cotidianas. Además, los vagones amplios, ventanales panorámicos y sorprendentemente buen WiFi lo convertían en un santuario de comodidad perfecto para enfocarse.

[Aproximadamente 3 horas después]

Durante el trayecto de casi 3 horas de Madrid a Huelva, me dediqué por enésima vez a revisar toda la información disponible sobre los Venlil que obtuve a traves de Syra. Sus costumbres, creencias, arquitectura y sobre todo sus normas de etiqueta a la hora de interactuar con extraños. Intentando memorizar cada detalle, cualquier pista sobre cómo ganarme su confianza. No podía darme el lujo de un error de novato que los ofendiera.

Y pensar que habría mucha, muchísima más información por absorber una vez estuviera allá en la estación. La idea al mismo tiempo me emocionaba y aterraba en cantidades iguales.

Llegamos a Huelva y finalmente, al salir de la estación, me recibió un coche y su conductor, un calvo quien llevaba un uniforme ligero de la ONU, y algo marcial.

Aquí es cuando comienza la despedida con mi madre, aunque esta vez fue más corta.

—Recuerda siempre, No olvides ser tú mismo, con tus rarezas y todo, ¿si hijito?.

—Si mamá, gracias.

Me dió un fuerte abrazo y un beso en la mejilla, y dejó que me subiera al coche que me llevaría hasta el puerto espacial, y mientras me iba, mi madre me saludaba con la mano, despidiéndose de mí.

Por un lado desearía que mi padre estuviera aquí, pero por otro, estoy orgulloso de no haber necesitado nunca de él para llegar hasta donde he llegado.

[Aproximadamente 30 minutos después]

Son las 12:30 horas.

El auto finalmente se detiene en la entrada de lo que claramente parece ser el Puerto Espacial El Arenosillo. Un complejo enorme de varios edificios abovedados dispuestos de forma circular rodea a una inmensa torre de lanzamiento que se yergue en el centro, con toda clase de tuberías, conductos y estructuras secundarias extendiéndose alrededor.

Me quedo literalmente boquiabierto al verlo todo por primera vez con mis ojos. Las fotos y los vídeos nunca le hacen justicia a semejantes maravillas de ingeniería. Parece una locura que toda esa maquinaria esté destinada a viajar al espacio.

El conductor, me saca de mi embelesamiento.

—Señor Fernández, por aquí por favor —me indica señalando el edificio central.

Asiento atontado, tomando mi equipaje y siguiéndolo al interior. A medida que atravesamos las primeras salas, voy detallando mareado cada aspecto de la instalación: las barandillas metálicas, los controles de acceso biométricos, las escotillas selladas, los ventanales que dan a la torre y las plataformas más externas donde se aprecia el océano.

Recién estamos en la "zona pública", pero ya me siento en un universo totalmente distinto al cotidiano. Los guardias apostados en cada esquina le dan un aire de seriedad difícil de ignorar. Como si todos fueran muy conscientes de la magnitud de lo que ocurre dentro de este sitio.

—Por aquí está el área de aduanas —me indica el guardia deteniéndose ante una sala de paredes blancas con dos mostradores—. Deberá registrar su equipaje antes de continuar.

Durante la siguiente media hora, paso por todo el engorroso proceso. Vacían el contenido de mis maletas, pasan un detector de metales sobre mí y me piden que entregue todos los dispositivos electrónicos incluyendo mi teléfono, en fin, todo lo que implica seguridad aérea solo que en modo espacial.

Lo primero que me llama la atención al procesar mi equipaje es que los funcionarios no se inmutan al ver mi PC desmontada. Obviamente, están muy acostumbrados a ese tipo de cosas. En cambio, se muestran mucho más curiosos al ver algunas de mis prendas y libros más raros, supongo que por las referencias a cultura terrana.

—Tiene usted un equipaje algo peculiar, joven —comenta divertido uno de los aduaneros—. Aunque se nota que le gusta la ciencia ficción ¿eh?

—Bueno, digamos que últimamente me ha tocado vivirla de cerca —bromeo de vuelta.

El funcionario suelta una risita, sacudiendo la cabeza con aire comprensivo. Para ellos, debe ser pan de cada día lidiar con gente como yo, o tal vez no y lo dejaron pasar, quien sabe.

Finalmente, paso por un escáner corporal tridimensional tras desnudarme. Si, literalmente me pidieron que me desnudara, menos mal fue en una camara en donde nadie me puede ver, (salvo los Rayos X, claro). Una vez me han revisado hasta el último recoveco, me permiten recoger todo y continuar.

—¿Listo señor Fernández? —Me pregunta un guardia diferente tras el proceso, acompañándome por un pasillo distinto—. Por aquí está la terminal de transbordadores que lo llevarán a la estación de La Puerta del Cielo.

¿"La Puerta del Cielo"? Vaya, estos tipos no bromean en cuanto a las denominaciones simbólicas. Aunque sinceramente se me va quedando el nombrecito, me gusta.

El guardia me lleva por varios corredores más, todos desprovistos de ventanas o cualquier vista al exterior. Me pregunto cuánto se extenderán estos túneles, ya que las instalaciones parecen mucho más grandes de lo que aprecié desde fuera.

Al final, un último cruce de puertas presurizadas nos conduce a una especie de hangar con varios tubos enormes apuntando de forma vertical. Las compuertas sólo permiten ver una tenue iluminación y algunas estructuras a lo lejos, pero mi piel se eriza completamente ante la sola idea de contemplarlas en su totalidad.

—Por aquí espere a ser llamado, joven—me indica el guardia—. Pronto lo embarcarán en un vuelo a la estación en órbita, y deje su equipaje en esa cinta de allí, el equipaje será llevado automáticamente al Transbordador asignado.

Hago lo que me dice, me costó un poco dejar todo allí, más que nada por el peso, pero bueno, al menos ya no voy tan lento ni tan pesado.

Mientras espero sentado en aquella sala, no puedo evitar sentir un constante zumbido de emoción y nerviosismo recorriéndome. Es como si mi cuerpo supiera que estoy a punto de enfrentar una experiencia totalmente nueva y desconocida.

Al cabo de unos minutos, un altavoz anuncia en tono neutro:

—Pasajeros con destino a La Puerta del Cielo, favor de abordar por el Transbordador 3. Repito, favor de abordar por el Transbordador 3. Que tengan un buen viaje.

Casi doy un respingo al escuchar la inconfundible orden de abordar. Con la boca un poco seca, tomé mis pertenencias y avanzo por donde me indican los guardias. Tras cruzar una última puerta hermética, me encuentro en un amplio hangar con una enorme torre elevada al centro.

Allí la veo por primera vez: una delgada estructura metálica de varios pisos de altura, flanqueada por conductos y estructuras que se asemejan a unos colosales tentáculos mecánicos. Hasta que me percato de la auténtica escotilla redonda al fondo del armazón. No hay duda, eso debe ser el famoso Transbordador 3 que acaban de anunciar.

Los pisos de la plataforma de lanzamiento rebotan con mis pisadas mientras me aproximo al aparato. La parte inferior es poco más que un grueso cilindro de metal, pero la sección superior parece conformada por una cabina transparente de aspecto aerodinámico.

—Por aquí por favor, túnel de embarque en la Sección C—Me guía uno de los técnicos hacia la base del transbordador.

Sigo sus indicaciones y atravieso un conducto metálico hasta encontrarme a la entrada de la nave. Al cruzar la escotilla, siento como si el mismo aire cambiara de densidad. Como si me hubiera trasladado a otra dimensión únicamente con ese paso.

Lo primero que distingo es que la cabina es bastante más amplia de lo que imaginé, con decenas de asientos dispuestos en filas mirando hacia el exterior. Busco mi lugar asignado y me instalo cerca de una de las ventanas curvadas, sacando mi Tablet para poder distraerme durante el trayecto.

—Bien chicos, tómenlo con calma que este trámite será rapidito—anuncia por los parlantes la voz de la que supongo es la piloto—. Soy la Comandante MacIver y seré su capitana durante este pequeño salto. En breve iniciaremos los protocolos de despegue con destino a La Puerta del Cielo. Favor de ajustar bien sus cinturones y no se inquieten por las eventuales turbulencias.

A través de la ventana aprecio cómo los ingenieros se despliegan en la plataforma como un enjambre. Al punto, varios brazos robóticos comienzan a deslizarse hacia el transbordador y a acoplarse a su estructura con sonoros chasquidos.

Cuando todo está aparentemente listo, la voz de la piloto retorna:

—Preparados en 5…4…3…2…1… ¡Despegue!

Es literalmente como si una enorme mano me aplastara al asiento con su fuerza. Un poderoso empuje me aplana contra el respaldo mientras el transbordador desgarra el aire ascendiendo por la torre. Las ventanas muestran el suelo desapareciendo bajo nuestras plantas hasta que la visión completa se llena del cielo azul impoluto.

Para ser franco, en esos vertiginosos momentos poco me faltó para dejar salir mi desayuno. Intenté concentrarme en el exterior y percibir la atmósfera tornándose más tenue. Hasta que finalmente emergimos de la última capa, y el manto negro del espacio nos recibió por completo.

—Vaya, sabía que las despedidas serían algo rudas. Pero esto ha sido digno de Campeones—comenta MacIver haciendo una pausa—. Ok señores, ahora vamos de paseo. En breve cruzaremos la distancia orbital y llegaremos a la estación. Abróchense los cinturones que esto se puede poner algo movido.

Apenas alcanzo a reincorporarme del impacto del despegue, cuando un súbito frenazo me arroja hacia delante de nuevo. El transbordador entra en una violenta sacudida que amenaza con arrojarme por todas partes, de no ser por los arneses que me sujetan a mi asiento.

—No se alarmen chicos, estas solo son las molestias de atravesar la termosfera. Estaremos del otro lado en un minuto—nos tranquiliza MacIver, aunque en lo personal casi que sigo retorciéndome mientras la nave se retuerce en todas las direcciones.

Tal como anuncia, al poco rato la sacudida remite y el vehículo se estabiliza. Una hermosísima cúpula azulada comienza a brillar a nuestro alrededor. La vista es impresionante, pero lo que mayormente me sobrecoge es el entorno sideral que la rodea: un inmenso tapiz negro solitario. Contemplo maravillado, estoy viendo la atmosfera y el negro vacio del espacio por primera vez.

—Bienvenidos todos a la Órbita Terrestre, damas y caballeros. En breve arribaremos a destino—Retorna la voz de la piloto, liberándome del hechizo—. Enseguida tendremos la oportunidad de apreciar nuestro nuevo punto de partida: La estación conocida como La Puerta del Cielo. Relajen las espaldas por ahora.

Casi suelto una risilla emocionada al contemplar nuestro objetivo aproximándose majestuosamente por la ventanilla. No puedo creerlo, pero ahí está: una auténtica estación espacial extendiéndose varios kilómetros de largo con aspecto de un gigantesco cilindro giratorio coronado por una enorme cúpula transparente.

A medida que nos acercamos, distingo mayor cantidad de estructuras secundarias colgando de su perímetro, con antenas, paneles solares abriéndose como abanicos hacia la luz solar y varias escotillas a lo largo. Sin duda, una visión que hasta hace poco solo era parte de mis sueños más locos o de las películas que veía cuando era niño.

—Bueno gente, parece que ya estamos lo bastante cerca—Anuncia MacIver con tono jovial—. Iniciando el acoplamiento con uno de los muelles de la estación. Favor de permanecer sentados mientras completamos las maniobras.

Percibo cómo el transbordador desacelera conforme se aproxima a una de las estructuras secundarias que rodea la ancha circunferencia exterior del complejo. Al final, la nave se desliza paulatinamente por un estrecho pasillo hasta acoplar su escotilla con un enorme orificio metálico, especie de muelle recibidor.

—Listo chicos, hemos llegado. Gracias por dejarse llevar por mi forma de conducir. Bienvenidos oficialmente a La Puerta del Cielo—dice la voz por los altavoces mientras liberamos los seguros—. Recuerden portar sus identificaciones en todo momento y si necesitan ayuda, no duden en preguntar con los tripulantes.

Con algo de recelo, me uno al pequeño grupo de visitantes humanos que se colecta en la escotilla de salida. Son personas de todas las etnias y nacionalidades, y de casi todas las edades, mirando en mi dirección con idénticas expresiones de perplejidad e incertidumbre. Imagino que somos el primer contingente que pisa esta estación, y quizás por eso no nos miramos tan diferentes en ese momento.

Uno de los tripulantes, un tipo ceñudo ataviado con un ajustado overol color naranja, abre finalmente la escotilla principal.

—Por aquí señores, sean bienvenidos—nos invita con un gesto abarcador.

Al cruzar el umbral, lo primero que percibo es una curiosa sensación de ligereza,y luego, gravedad artificial, no se (por ahora) como lo habían conseguido, pero habían conseguido recrear gravedad artificial sin necesidad de fuerza centrífuga, lo cual es una hazaña impresionante, había escuchado de ella, pero no es lo mismo oír de ella, que sentirla.

Sin embargo, esa no es la parte más impresionante. A partir de allí, se despliega ante mis asombrados ojos una enorme bahía circular con múltiples conductos, escotillas y muelles repartidos por todos lados. Un espacio tan inmenso que con facilidad cabría ahí un enorme estadio. Y lo que es más increíble: kilómetros de gruesas ventanas transparentes permitiendo una vista de toda la Tierra girando majestuosamente sobre nuestras cabezas.

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Pronto la parte 2.


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