Elena González-Blanco (Murcia, 1981) es una rara avis. CEO y cofundadora de Clibrain, considerada la compañía de Inteligencia Artificial en español más avanzada, además de ser mujer al frente de una tecnológica, tiene un perfil se sale de lo habitual por muchos motivos adicionales. Combina dos mundos tradicionalmente divididos: letras y números, humanidades y ciencias. Aunque, como irá desgranando en conversación con WIRED en Español, la fractura no es tal.
Su curriculum académico impresiona: Premio Nacional de Filología, doctora en Filología Hispánica, máster en Sistema de Información, investigadora y docente en la Universidad de Harvard, por citar solo algunos de sus logros.
Fue precisamente cuando cursaba el máster cuando puso la mira donde otros no lo hacían. Unir puntos, conectar las humanidades con la tecnología. Se estaba adelantando así a la gran ola de inteligencia artificial que se vive actualmente. Sentaba los cimientos de la explosión actual, donde su startup, Clibrain, tiene un papel predominante en el mundo de habla hispana.
En el contexto corporativo, ha sido Global Head of Digital for Wealth Management and Insurance en Banco Santander y General Manager en Europa de CoverWallet. Antes, tuvo a su cargo la responsabilidad de desarrollar productos de Inteligencia Artificial en Indra, una de las empresas de tecnología españolas más reconocidas.
Con estos antecedentes, no es de extrañar que con gran esfuerzo consiga arañar unos minutos de su agenda para atender a WIRED en Español y desgranar las claves de la inteligencia artificial en nuestro idioma. Ella, en su papel de CEO, no se limita a dirigir la parte económica de Clibrain, su startup, sino que se echa a la espalda la responsabilidad de divulgar el poder de la tecnología, reclutar a los mejores y pensar productos que hagan nuestra vida más fácil, además de ser rentables.
Harvard, un punto de inflexión
Para Elena, estudiar era una actividad cotidiana. Sus padres, ambos profesores, se lo habían interiorizado. Así que no es extraño que, después de acabar Filología Hispánica y Filología Clásica (ambas con Premio Nacional) y un doctorado, se marchara a estudiar a Harvard durante dos años. Y, ahí sí comienza, de verdad, un camino sin explorar previamente. “Ahí empecé a cambiar el chip. Me di cuenta de que en España estábamos investigando como se hacía hace 40 años. Entrar en una biblioteca en la que todo era digital me fascinó. Se hacía un uso de software de estadística y programación totalmente diferente al uso al que estaba acostumbrada. Y comencé a pensar en por qué seguimos con las cajitas de ciencias con ciencias y letras con letras”, reflexiona.
La vuelta a España no fue sencilla. Su primer proyecto laboral fue trabajar en Humanidades Digitales y Tecnologías del Lenguaje. Ese fue el germen de Clibrain, el comienzo, pero el camino ha tenido muchas sorpresas. Por ejemplo, trabajar con un miembro del equipo de la Biblioteca del Palacio Real y perfilar la estrategia para conservar y ordenar ese patrimonio único.
De ahí a las aulas de nuevo, a la Universidad Carlos III para cursar un máster en Sistemas de Información Digital y terminar montando un laboratorio de Innovación en Humanidades Digitales. Ese fue un primer paso para convertir la investigación en productos con salida comercial. La considera una startup dentro del propio mundo universitario. “Básicamente ofrecíamos servicios de consultoría tecnológicas. Ofrecíamos formación en tecnología en español para temas de humanidades. Nadie estaba ofreciendo esto. Era formación a distancia en español sobre tecnología para gente de humanidades, fundamentalmente orientada a texto. Todo lo que es edición digital, procesamiento de lenguaje natural y tecnologías en general. Entonces se sabía muy poco, pero despertaba mucho interés y teníamos además muchísimo público en Latinoamérica. En esa época me moví muchísimo por Argentina, Chile, México, Colombia…”, recuerda.